No hay tregua
Efectivamente. El perro del hortelano ni come ni deja comer. No le puedo vender la empresa a mi actual socio y, según él, ex-amigo, pero tampoco me deja comprar. Me toca pelear de nuevo por algo en lo que he perdido la ilusión, así que apelo al oficio que en su día aprendí.
Me tacha de traidor. Sé que no lo hace con mala fe, pero creo que es incapaz de darse cuanta de sus errores, cegado por la avaricia. Mala suerte. La vida es así, todo el mundo me previno de que esto ocurriría y no lo quise ver. Pero pago el precio. A fin de cuentas, todos tenemos nuestro Nemesis, y tendremos nuestro merecimiento. Sólo espero que sea justo.
En esta guerra, ahora ya declarada, veo dolor, mucho dolor.
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