miércoles, 27 de julio de 2005

Verano

Posiblemente éste sea mi último post este verano.
La gente que trabaja en enseñanza acaba por medir su tiempo en cursos, y los años empiezan en septiembre y terminan en julio. Quizá éste sea mi caso. Hoy comienza a terminar un curso y en octubre empezará otro, nuevo e incierto y doloroso, como todos los principios que ya tienen de antemano un final asignado, un papel consuetudinario y abúlico.
Quien más y quien menos necesita ese descanso; quien más y quien menos necesita soñar, escaparse de esa realidad que lo anula y atenaza, que lo aliena y lo diluye en el marasmo generalizado que se proclama mundo. Necesita poner el alma en carena y ajustar velamen y jarcias, darle un poco de suavidad al corazón acartonado y desfallecido.
Ayer recibí una visita especial, la de un amigo al que aprecio y con el que creo que comparto una afinidad especial. Un buen tipo, que ha salido a hombros de muchas plazas y que tiene las ideas claras. Uno de los tantos buenos que se han ido más allá de esta menguada universidad, a otro país. Un tipo duro, que no deja de pelear allá con los flamencos. Hoy va por él, porque significa mucho de aquello que soñé, por lo que luché y que posteriormente mi cobardía me impidió perseguir. Él tuvo todo el valor, quizá toda la necesidad de abandonar tan mala tierra y tan mal señor.
A veces pienso en abandonar todo esto y empezar allí...
Gracias, Santi. Por todo, pero principalmente por la esperanza.

Enlaces interesantes

http://www.xbox-linux.org/wiki/Getting_Started

http://www.elmundo.es/navegante/2005/07/27/empresas/1122457215.html

http://www.elmundo.es/navegante/2005/07/22/empresas/1122042823.html

http://www.elmundo.es/navegante/2005/07/18/esociedad/1121696833.htmlLink

martes, 26 de julio de 2005

Muchas veces, creo que incluso demasiadas, reniego de la vida que me ha tocado vivir. Añoro, si de alguna manera se puede añorar lo que nunca se ha tenido, lo que jamás se tendrá, añoro las otras cien vidas que en algún momento deseé o deseo y que ya no tengo posibildad de vivir.
Soy consciente de que, posteriormente, todas esas vidas se diluyen, como todo aquello que el hábito lame hasta convertirlo en acostumbrado, anodino, grisáceo; que renegaré de ellas porque todavía no me acostumbro a la miseria de Ítaca, a su paupérrimo aspecto y desharrapada silueta recortada cada amanecer como un gigante desdentado. Considero que he vivido muchas vidas, he comido pan de muchos hornos ya. No es algo meritorio, ya que se obtiene simplemente con la dudosa habilidad de permanecer suficiente tiempo sobre la faz de este ajado planeta. He vivido muchas vidas; me aferro a la experiencia cuando relato la vida en la trinchera, la vida en el otro lado, la vida en la cresta de ola... A veces uno se cansa de la vida que lleva porque simplemente somos ya viejos, demasiado conocidos para nosotros mismos. Porque uno necesita empezar otra vez y recobrar algo de la ilusión perdida, ilusoria. O conservar la esperanza de poder hacerlo en algún tiempo, en algún lugar. Porque uno se cansa, a veces hasta lo más recóndito del alma, y no hay forma de encontrar el camino de regreso a casa.

lunes, 25 de julio de 2005

Tareas pendientes

Se acaba mi día laboral, día en el que no he hecho nada, me he limitado a dejarlo languidecer lenta, despidadamente bajo este sol de verano implacable mientras yo lo veía morir desde mi desordenada habitación con aire acondicionado.
Tengo varias cosillas que hacer. Me quedan unas cuantas vidas, esta vez vividas, que consignar en esta bitácora. Tambiñen quedan unas cuantas promesas interiores para este mes de agosto que temo plasmar aquí, porque luego no suelen cumplirse y me siento cada vez más culpable. Tengo una capacidad interna limitada para asuntos de culpabilidad y la tengo al límite de saturación. También tengo que escribir. Escribir, escribir, Eldorado siempre está más allá, más allá...

La cuenta atrás

Hoy empieza la última semana antes de agosto. Un mes de vacaciones por delante que traerá, cómo no, más trabajo.
Empiezo a tener ganas de escaparme de la tiranía de ese pequeño sádico que es el despertador. Ya sé, suele ocurrir que los veranos acabo trabajando tanto o más que el resto del año. Pero lo hago, lo haré a gusto. No habrá vacaciones por Europa, aunque sí por España (África). Pero no va a ser tan malo, espero.

El aviso es que este mes de agosto la bitácora va a estar huérfana de entradas, Pero no por eso habremos dejado de pelear. Simplemente estará cerrado por vacaciones.

viernes, 22 de julio de 2005

30 siglos a subasta II

Publicado por Arturo Pérez Reverte en El Semanal, Número: 925
del 17 al 23 de julio de 2005



Al hilo de lo que escribía la semana pasada sobre la responsabilidad de la derecha y de la izquierda en el desmantelamiento de la vieja palabra España, no creo, como algunos cenizos, que tanta bazofia política nos lleve de nuevo al año 36. Vivimos demasiado bien como para pegar tiros en las trincheras de la Ciudad Universitaria. Si hubiera bronca, la gente se echaría a la calle, en efecto; pero para comprobar si le había pasado algo a su coche. El estallido, cuando llegue, vendrá de las grandes bolsas de inmigración marginal desatendidas socialmente, y de los conflictos irreparables que éstas generen. Pero otra guerra civil no es el problema. Y a lo mejor de ahí viene el problema: de que ya no es un problema.

Lo que nos espera es el desmantelamiento ruin de la convivencia. Egoísmo. Insolidaridad. Atentos a las necesidades del negocio, a los socios y a la clientela, y a fin de salvar el pellejo legislativo, algunos imbéciles han decidido que la España que conocemos desde hace quinientos años está mal construida, que Isabel de Castilla y Fernando de Aragón no captaron la esencia del asunto, y que la única vía hacia una España feliz y auténtica es la liquidación del Estado y su sustitución por una confederación de naciones y nacioncillas donde cada perro se lama con sonoros lengüetazos su cipote. Esos cinco siglos de error histórico, el partido en el gobierno está dispuesto a despacharlos en una legislatura, sin despeinarse. Pero no creando antes las condiciones adecuadas –ésa sería una opción política tan respetable como cualquier otra–, sino imponiendo primero el concepto, vía artículo catorce, y luego dejando que la realidad se adapte, retorciéndose como pueda, al esquema general. Como ven, hablamos de política de alto nivel al mínimo costo. Y luego, a la hora de reclamar daños y perjuicios, a saber dónde estará cada cual. Con el maestro armero.

De cualquier modo, el sistema tiene un grave inconveniente: necesita hacer a la derecha culpable de lo que se pretende destruir. Por eso al partido en el gobierno no le preocupa que, de paso, toda la memoria histórica, toda la cultura, todo cuanto es patrimonio común y vertebra la unidad nacional de la verdadera nación, la española, se vaya a mamarla a Parla. Son daños colaterales. El precio a pagar, argumentan los gánsteres que se frotan las manos dispuestos a beneficiarse de la subasta. Y mientras, los aprendices de brujo, enredados en un cóctel de probetas y líquidos de cuyos efectos no tienen la menor idea –entre otras cosas porque no han leído un libro de Historia en su puta vida–, proponen sustituir quinientos años de unidad y otros dos mil quinientos de memoria bíblica, grecolatina, árabe, mediterránea y europea, la España perfectamente definida y real, por una cultureta descafeinada y mierdecilla, por lo socialmente correcto que permite arañar votos de buen rollito, por la soplapollez de diseño que tanto llena la boca, en foros multiculturales y otras demagogias, a tanto ministro y a tanta ministra.

Hay algo que algunos no perdonaremos nunca a la presunta izquierda de este país desgraciado: que con su miopía y su mezquindad haya cedido a la derecha el monopolio de la palabra España. En vez de limpiar los símbolos y las palabras contaminadas por el franquismo, a la izquierda le convino siempre que la engreída derecha siguiera usurpando palabras como patria y bandera nacional, y que se reafirmara como supuesto centinela de los valores tradicionales, de la memoria histórica, que es la médula de cualquier nación seria. Ignoro las veces que Felipe González pronunció la palabra España siendo presidente. Pocas, desde luego. O ninguna. En cuanto a Rodríguez Zapatero, cada vez que lo hace, me pongo a temblar. Esa España suena ahora a pasteleo coyuntural. A chanchullo de taberna.

Y ése es el verdadero problema. El pudrimiento de ciertas palabras y los treinta siglos que simbolizan: tres mil años de extraordinaria herencia dilapidada por izquierdas y derechas incapaces de comprenderla y de conservarla. Ésa es la maldición histórica –la misma Historia que en los colegios y universidades nos niegan y borran– de esta tierra desgraciada donde, cada vez que algo bueno levanta la cabeza, hay innumerables hijos de puta –reyes idiotas, validos arrogantes, curas fanáticos, generales matarifes, políticos miserables– que, guadaña en mano, siguen dispuestos a cercenar la esperanza.

miércoles, 20 de julio de 2005

Viernes remendón

Hoy miércoles termina mi semana. Tengo que ordenar las cosas, pero no sé qué escribir. Acerca de nuestro nuevo proyecto/empresa. O acerca de nada.
Leo las bitácoras amigas. Me gustaría escribir cosas así, un poco surrealistas, menos serio. Pero no puedo, me es imposible. Y creo que me es imposible porque ésta es la bitácora de mi vida, esa habitación donde yo me encierro y medito sobre lo que me rodea. Y cuando me quedo solo, no se me ocurre nada gracioso. Mejor, nada me hace gracia. Y todos los chascarrillos que se me ocurren en sociedad se tornan banales y opacos cuando me encierro en mi retrete (bonita palabra, hay que saber lo que significaba en sus orígenes).

Vale, nos vemos al lunes.

O antes.

martes, 19 de julio de 2005

¿Quiénes son los peligrosos?

Hoy el día viene cargadito de bombo. Para mi desgracia, he oído la radio mientras bajaba y llego a la sempiterna conclusión: todo son capulladas para distraernos mientras nadie mueve un dedo por lo que importa.
Por ejemplo, Reino Unido, que va a endurecer sus leyes para castigar a los terroristas. Pero no las endurece para fortalecer el derecho internacional, no entona el "mea culpa" por sus atropellos e iniquidades por el mundo. No quiere oír hablar de las guerras de Iraq o Afganistan. Eso no ha sido, según ellos, y es que los terroristas son malos de cojones. Están equivocados, el terrorismo no se soluciona así. Tampoco negociando. Se soluciona siendo justo.

O lo del incendio de Guadalajara. De nuevo un veraneante, que ama la naturaleza un huevo, que ni conoce ni le importa la zona que visita pero exige a su gobierno que la conserve ideal para sus fines de semana, a costa de quien malvive allí desde hace varias generaciones, le da fuego a todo porque son más listos que nadie. Luego el lamentable incidente, que dispara la demagogia. Se queman 11 personas, creo que por mala suerte, por accidente o, a lo sumo, por un error suyo, aunque creo que esto último lo menos. Y ya están los ayuntamientos diciendo que había pocos medios, los gobiernos autonómicos y nacionales echando balones fuera y el PP echando leña al fuego. En mi comarca ha habido incendios y todos los recursos se han ido al lado de Valencia, más rico y más poblado y con mayor impacto mediático, mientras en mi comarca el fuego llegó hasta que lo detuvieron los cultivos. Y gracias. En mi pueblo, como somos pocos, pobres, cortos y malplegados, no pasa nunca nada, no hay impactos medioambientales ni negligencias, y se sigue construyendo rotondas con fuentes y farolas como en el 90% del país.

Estamos apañados. Pero a base de bien.

lunes, 18 de julio de 2005

Fin de semana

Otro más y otro menos. No ha sido ni mejor ni peor. Tan sólo un fin de semana triste, confuso como todos, renegando de mi vida, añorando nuevas vistas, a sabiendas de que el error está en mí, que no debo quejarme y que renegaría, renegaré de cualquier otra situación al cabo de un tiempo razonable. Estoy mejor que quiero, puede que hasta sea feliz, y no me doy cuenta de todo ello.


El viernes acabé un curso que me robó mucho tiempo pero me ha dado pasta, y como tengo que comer como todo hijo de vecino, me vendo al mejor postor mientras no pueda evitarlo.

Este curso ha hecho que flaqueen las entradas en la bitácora, aunque las voy metiendo en diferido, con fechas de cuando tocaba, Me gustaría destacar la serie de vidas que van a ir entrando, que reflejan estados personales por los que pasé, por los que la gente puede que pase y puede que se indentifique. Todos vivimos muchas vidas, pero sólo una nos mata.

Para terminar esta entrada legítima, el jueves tuvimos el primer sinsabor de nuestra empresa, un negro presagio que se hizo realidad. Por desgracia, la traición es pan de cada día y hay que saber reaccionar, hay que plantar cara con la esperanza de que eso cambie algún día, de que les salga caro. Por lo menos, tuvimos suerte y pusimos coto a tales desmanes, pero esto no es sino el preludio al día a día. Aprendamos la lección.

jueves, 14 de julio de 2005

La vida en la frontera

Hubo un tiempo, tiempo ha, que viví en la frontera. El límite, el filo de la navaja. Aquello no duró demasiado.
Nunca llegué a averiguar qué separaba aquella frontera inefable, aunque era, es inconfundible. Ese regusto metálico en la boca del miedo, esa incertidumbre, la continua asechanza. La frontera presenta un patrón característico, inequívoco.

Vivir en la frontera deja secuelas permanente. Se puede distinguir a aquellos que han cumplido su servicio en la frontera. Siempre vigilantes, cubriéndose las espaldas, la mirada huidiza, evaluando todo cuanto les rodea y etiquetándolo, clasificándolo como hostil o neutral. Nunca hay amigos en la frontera.

La vida en la frontera es mutable, te impele a navegar siempre entre dos aguas, en la ambigüedad, en la ilegalidad. Te obliga a hacer cosas cuestionables. Te obliga a mercadear con todo aquello que se pueda vender. Incluso con tu alma.

De la vida en la frontera recuerdo la incertidumbre, la espera, las traiciones y delaciones. Conservo recibos de empeños imposibles, vendí mi conciencia y mis sentimientos para poder sobrevivir, para evitar pesadillas y vómitos en las largas, insomnes noches. Vendí todo aquello que pudiese comprar, a todo aquel por el que dieran algo. Vendi mi alma y vendí al propio diablo.

La vida en la frontera rompe a los hombres. Les corroe las entrañas fiera, los deja tan sólo con una cáscara huera, vacía, rostros demacrados, cuerpos sin alma ni corazón que pululan como mercenarios en esa tierra indefinida que son todas las fornteras.

La vida en la forntera es el trasiego, el gatillo rápido, lo desconocido que te anuda el estómago, los rostros mutables y la rapidez de aquello que está perennemente de paso. Cada mañana es una nueva visión, una incertidumbre distinta a la de todos los días, una tensión perpetua que te hace gozar de los escasos momentos de descanso, de los relajos perversos y pecaminosos, de la forzada camaradería con otros deshechos fronterizos, con otros rostros sin alma ni escrúpulos.

Nadie dura mucho en la frontera. La frontera acaba con aquél que no huye a tiempo, con los pusilánimes. La frontera devuelve guiñapos por hombres. La frontera es una escuela que cobra caras sus clases.

Siempre me preguntaba qué había al otro lado de la frontera. La vida al otro lado.


"A veces sopla un viento triste y frío
los días son igual que una condena
de noche se oyen voces que murmuran
un nombre donde sólo hay silencio
si cruzas por aqui, se precavido
si alguien te sale al paso no le des la espalda
es bueno hallar con quien hablar, a veces
pero es mejor callar cuando es preciso
no sueñes con el final del camino
pues ya, maldita sea, otros aguardan
para tomar su parte y ganarte
la mano sin moverse del sitio.
La vida en la frontera no espera
es todo lo que debes saber.
Hay hombres con mirada que fulmina
como el rayo penetra en carne viva
si matas generas un espectro
que siempre ya persigue y acecha
bailan las mujeres en la hoguera
desnudas con el rostro cubierto
aquella que concibe tu hijo tambien
acaba con las voces de lo incierto en ti
si tienes que jugártelo a una carta
ve de cara al decir tu palabra
pero antes de que el eco la repita
dios y el diablo te ayuden a estar lejos.
La vida en la frontera no espera
es todo lo que debes saber.
La vida en la frontera no espera
es todo lo que debes saber."

Álbum De un País en Llamas, 1985. Tema 10
Intérprete Radio Futura

miércoles, 13 de julio de 2005

La vida en la trinchera

Vivo en una trinchera. Vivo inmerso en una guerra en la que no recuerdo cuándo empezó, no preveo cuándo acabará.

Vivo en una trinchera. Recuerdo con monotonía, con languidez, todos esos días que discurren como perezosos trenes de mercancías que se deslizan pesados, mastodónticos, por la lejanía, como monstruos antediluvianos de hierro y dolor.

La vida en la trinchera embota los sentidos, herrumbra el cerebro. Pensar está prohibido, no se sabe bien por qué ni por quién. Pero es mejor no pensar. Es mejor sobrevivir. La vida en la trinchera te enseña a sobrevivir, a sobrellevar esta guerra infinita que cae por ambos bordes del horizonte.

Conozco todos sus recovecos. Conozco cada pella de barro que macero mientras camino; conozco todas y cadas una de las tablas, todos los refugios, los pasadizos, los puestos de socorro y los amunicionamientos. Siempre hay quien habita en la trinchera, quien habitó antes que yo.

Muchas veces me asomo a la escarpa. Hay otra trinchera al otro lado. Otra trinchera como la nuestra, con sus galerías, refugios y aspilleras. Con sus defensores. A veces me pregunto si será la misma, si yo estaré en aquella trinchera, mirándome a mí mismo, con el universo replegado en una voluta imposible.

A veces la artillería enemiga nos machaca de forma traicionera, rutinaria. Graniza metralla y el barro salpica como sangre todos los rincones, como si no lo hubiera hecho nunca, como si ese macabro mono que juega con nosostros quisisera asegurarse de que no queda rincón alguno ajeno al barro. A veces hay bajas.

Otras veces cambiamos disparos, de una manera abúlica y desganada. Oyes repiquetar las balas con un chapoteo sordo, irreal y fantasmagórico.

Nunca he salido de la trinchera. Al menos no lo recuerdo, como tampoco recuerdo haber entrado. No hay muchas mujeres,por lo dudo de que yo naciese allí. Pero me es imposible recordar qué existió antes, ya he dicho que la trinchera embota el cerebro. Sé que hubo un antes, pero no lo recuerdo. Nunca sé si existe un después.

Hay mas trincheras, detrás de la mía. Es una red, una maraña, un laberinto de pasillos, cables y madera que se aleja de la guerra, que se aleja del frente, se esconde en retaguardia como los gusanos se cobijan en las rendijas. Cuanto más atrás, las trincheras son menos trincheras, los hombres menos soldados y más corruptos, la guerra es menos sucia, más elegante.

La trinchera acaba en un hermoso palacio donde generales y coroneles toman café sobre mullidas alfombras, charlan sobre la guerra, deciden el nacimiento y la muerte de otras trincheras mientras miran por la ventana el otoño en los álamos. En ese palacio acaba la trinchera, la guerra misma acaba, y empieza el mundo.

La vida en la trinchera es consuetudinaria, acostumbrada. El hombre se acostumbra a sobrevivir, eso no tiene mérito. Morir tampoco tiene mérito. Ni siquiera luchar lo tiene. Todo lo llevamos impreso en nuestras circunvoluciones, en nuestro instinto.

Recuerdo compañeros caídos, con honor o mala suerte. Recuerdo compañeros que ascienden, se alejan un nivel, una trinchera más atrás, hacia el palacio donde termina la guerra. A veces eran buena gente, a veces fue la suerte. Pero cada día te quedas más solo, apelando al honor y refugiandote en la supervivenvia, en la lluvia callada que suaviza el paisaje como extendiendo una manta.

No hay vida en la trinchera, hay supervivencia. No pidas a un superviviente otra cosa más que sobrevivir.

Nadie sale de la trinchera, la guerra no acaba para nadie. Sólo para los muertos.

Otra vez.
la lluvia me acompaña en casa
un café y un cigarrito pa estar bien
y tú estás aún dormida en la cama y bien.
Voy a ver quién pasa en la ventana.

Escribir, tengo que escribir a mi hermana
y comprar azúcar que se acabó ayer y pasear
al perro en la mañana, pero no.
Creo que me volveré a la cama

Y acurrucados el mundo es diferente
calor humano y hambre que compartir
y adormecidos y amontonados
de esta trinchera no quiero salir.

Está bien. Ordenaré mi mesa pronto
Sí, mujer, no te preocupes que lo haré.
Por favor, llama a Nacho Castro y dile que
ahora voy a ensayar en la moto.

Te he dejado una nota con los recados.
Por favor, no olvides recogerme a y diez.
Yo también te quiero, dame un beso que me voy.
Cuídate, nos vemos en la tarde.

Y acurrucados el mundo es diferente
calor humano y hambre que compartir
y adormecidos y amontonados
de esta trinchera no quiero salir

"Cálida trinchera" de "Celtas Cortos"

martes, 12 de julio de 2005

Cuando emprendas el viaje hacia Itaca
ruega que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de descubrimientos.

A Legistrones y a Cíclopes,
o al airado Poseidón nunca temas,
no hallarás tales seres en tu ruta
si alto es tu pensamiento y limpia
la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.
A Legistrones y a Cíclopes,
ni al fiero Poseidón hallarás nunca,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no es tu alma quien ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que numerosas sean las mañanas de verano
en que con placer, felizmente
arribes a bahías nunca vistas;
detente en los emporios de Fenicia
y adquiere hermosas mercancías,
madreperla y coral, y ámbar y ébano,
perfumes deliciosos y diversos,
cuanto puedas invierte en voluptuosidades y delicados perfumes;
visita muchas ciudades de Egipto
y con avidez aprende de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en la memoria.
Llegar allí es tu meta.
Más no apresures el viaje.
Mejor que se extienda largos años;
y en tu vejez arribes a la isla
con cuanto hayas ganado en el camino,
sin esperar que Itaca te enriquezca.

Itaca te regaló un hermoso viaje.
Sin ella el camino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres, no te engañará Itaca.
Rico en saber y en vida, como has vuelto,
comprendes ya qué significan las Itacas.

K. Kavafis

Treinta siglos a subasta

Por Arturo Pérez Reverte, en El Semanal número 924, del 10 al 16 de julio de 2005.


Hoy me he levantado reaccionario, así que reacciono dándole a la tecla. Cada uno reacciona como puede. Y la verdad es que tengo uno de esos días en que abres los periódicos, ves los titulares y las fotos de los protagonistas del asunto ibérico, y te entran unas ganas salvajes de ir a la puerta de las Cortes a ciscarte en los muertos de todo el que pase por allí

La primera pregunta que cualquiera con sentido común se hace ante el panorama es: ¿de verdad no se dan cuenta? Luego, al rato de meditarlo, llega la atroz respuesta: se dan cuenta, pero les importa un carajo. Esa peña de golfos apandadores vive de su negocio, de currarse una España que nada tiene que ver con la real, hasta conseguir, por insistencia, que sí lo tenga. Que esa España falsa en la que medran, la que les paga el coche oficial, el estatus, la vanidad y la arrogancia, se vuelva real y terrible hasta darles la razón y justificar su estupidez, su ignorancia, su incultura, su demagogia de leguleyos sin escrúpulos.

Y así, como en el mito de los leprosos medievales, esa pandilla de sinvergüenzas contamina todo cuanto toca, arrojándolo al cubo de basura, que cada vez se parece más a una fosa común: educación, historia, idiomas, convivencia. En una España inculta y de instintos ruines como la nuestra, donde el equilibrio y la solidaridad requieren encaje de bolillos, eso equivale a ponerse la pistola en la sien. Virgen santa. Hasta han conseguido que las víctimas del terrorismo se tiren los trastos a la cabeza, y se dividan ahora en víctimas de derechas y víctimas de izquierdas.

Todo iba demasiado bien. Los ciudadanos votaban y estaban dispuestos a seguir votando a unos u otros según el momento y las circunstancias, con las alternancias lógicas en cualquier democracia. Lo normal. Pero ese proyecto lento, tranquilo y acumulativo, no encajaba en los planes de esta gentuza. Necesitaban movimiento inmediato, vidilla, oportunidades de sacarle los dos ojos al adversario con tal de que a ellos les quedase uno. Hablo de los profesionales de una izquierda desorganizada, demagoga e incompetente; de los pringados de un socialismo sin proyecto que aún rumia el rencor por el desastre felipista; de los meapilas de una derecha justamente despojada del poder a causa de su estupidez, su soberbia y su cobardía; de la infame peña totalitaria periférica que, después de treinta años de victimismo y gimoteo, ya no tiene nada que reivindicar salvo las situaciones extremas. Todos barajan demasiado resentimiento, demasiadas cuentas que ajustar, como para dejarnos al margen. Necesitan una España encabronada para justificar el tinglado, el voto, la legislatura. Y en eso andan.

No puedo compartir la opinión de ciertos analistas de la derecha que atribuyen al Pesoe la responsabilidad exclusiva del putiferio. Es cierto que la mediocridad de algunos ilustres –e ilustras– miembros del Gobierno resulta nociva y devastadora, que el daño hecho en los últimos tiempos a la convivencia, la educación, la enseñanza, el idioma español, la cultura y el sentido común son irreparables, y que resulta evidente el manejo vil de un resentimiento y una dialéctica de militancia que se remonta a la guerra civil; algo que parecía superado por la mayoría de españoles, y a lo que eran ajenas las nuevas generaciones.

Pero también es cierto que todo esto ha sido alentado y favorecido por una derecha desprovista de inteligencia, de maneras, de sentido del Estado y de conocimiento del país que gobernaba. Me refiero a ese Pepé autista que perdió el poder por obcecación, oportunismo y falta de coraje político, tras gobernar arrojado sin pudor en brazos de los obispos más carcamales y de los movimientos religiosos ultravaticanos, de la educación privada en detrimento de la pública, del dinero fácil, del urbanismo salvaje, del España va bien, de la imprevisión suicida frente a la inmigración, de la ausencia de una verdadera política social y de la incapacidad de distinguir el españolismo rancio, de cabra legionaria con viento duro de levante, del legítimo y necesario sentido de la palabra España.

Una derecha que ahora las pía de seis en seis, pero que cuando fue débil en la antigua oposición y en la primera fase de su gobierno, tampoco tuvo empacho en mirar hacia otro lado, tragar y pactar con quien hizo falta, o intentarlo. Incluido aquel glorioso Movimiento Nacional de Liberación Vasco con el que nos obsequió, en su momento, el comparsa de George Bush. El amigo Ansar de los cojones.


Londres y Madrid

Este pasado fin de semana han ocurrido los atentados de Londres.

Aparte de la triste que es que paguen justos por pecadores, tanto en Londres como en Irak, aparte de lo que nos merecemos cada uno, tanto como individuos como sociedad, de lo injustificable y justificado de ciertas acciones y de lo que haría yo en las mismas condiciones, hoy me voy a centrar en cómo se ha tratado la información en ambos casos.

Obviamente, hablamos de países muy diferentes: uno de ellos, un país culto, responsable, cabrón a sabiendas y con latines, civilizado; el otro un país cainita, visceral, inculto, necio y envidioso.

De esta forma, el atentado de Londres se ha tratado con seriedad, con rigor. Tanto por la sociedad como por la población. Dosificando la información, ocultando lo que se debe ocultar para no malograr las investigaciones y empleando el tiempo necesario para lo que sea: rescatar los cadáveres, hacer las autopsias en un lugar secreto...

Imaginemos esto que ha ocurrido en Londres, si se hubiese hecho en España. Aquí, no sólo los mediocres dominan el país; además, lo triste es que se exige mediocridad a todo aquel que despunte, ya sea por miedo, ignoracia o envidia. La tan aclamada trasparencia en la que la televisión decía a los culpables lo que pensaba la policía al minuto. Convirtiendo el asunto en un circo mediático, con toda la sociedad ebria en la vorágine y contagiados de esa deleznable actitud que vendieron televisiones y políticos. Nada que ver con la realidad, con la vida.

Y los políticos. Innombrable. Vergonzoso. Digno tan sólo de individuos de su bajura moral. Sacándose los ojos entre ellos, manipulando la información para su beneficio e influyendo en la sociedad para llevar el ascua a su sardina. Con la gente moviéndose como tristes pollinos tras la zanahoria.

Aquí fue un circo, manipulado por políticos. Londres ha sido práctico, pragmático, que era lo que había que hacer, doliese o no. Es una sociedad madura.

Nuestra sociedad, inmadura, irresponsable, indolente, displicente, no es capaz de asumir que en la vida hay veces que hay que hacer lo que se debe. Pero esta sociedad está infiltrada, empapada de mediocridad. Tanto tiempo de acoso y derribo nos ha hecho perder la perspectiva, y en esa mediocre ignorancia exigimos que la imbecilidad, que la mediocridad campe por todo el país. Como debe ser.

Cada vez lo tengo más claro. Me voy de este puto país.


lunes, 11 de julio de 2005

Este ha sido, de nuevo, un asqueroso fin de semana. Con el norte totalmente perdido, uno se dedica a pelear como mejor sabe, sin fe, sin esperanza, sin ilusión.


Como siempre, acabas dándote cuenta de que nada es como esperabas, quizá simplemente porque nunca has querido reconocer la realidad. Quizá le recrimino a Ítaca el encontrarla pobre y harapienta.

Pero de vez en cuando la tormenta arrecia dentro de tu casa, contra las ventanas, y el viento ulula en tus pasillos, en tus habitaciones. Mientras en el exterior luce el sol o lo que sea. No puedes evitar que dentro de ti llore el invierno independientemente de dónde estés. Y empiezas a preguntarte si ha sido mala suerte. O negligencia. O errores. Si te mereces algo mejor, si te mereces otra cosa, otra vida. Dónde estarías si hubieses tomado otro camino, si serías más feliz, si hubieses sido más feliz. Si en esa otra vida paralela te preguntarías, también, qué hubiese pasado si hubieses tomado este camino, si serías más feliz, si serías feliz.

viernes, 8 de julio de 2005

Esta semana estoy enfadado conmigo. No he respondido a mis expectativas.
Me encuentro mal, no he adelantado nada y no he hecho nada por remediarlo. Siempre digo que necesito centrarme, pero esta semana quizá he tenido la posibilidad de hacerlo o, al menos, de intentarlo, Y no lo he hecho.

Necesito centrarme, cuanto más rápido mejor. Necesito ponerme un estricto programa de trabajo, de objetivos, para ir alcanzando alguna meta por la que haya valido la pena luchar.

Y, para rematar la faena, los blogs amigos vuelven a la vida, empiezan a escribir demasiado bien para mi ego y yo me muero de envidia.

Los odio. Odio a todo el mundo.

Incluso a ti

Soy muy vago

Acabo de pasarme una semana sin casi hacer nada. Parece mentira: con lo que me quejo del mundo y yo no pongo nada de mi parte por arreglarlo.
He llevado toda la semana con dolores de espalda, aunque creo que es algo distinto. Como de costumbre, no voy al médico, pero a este paso tendré que ir. Aunque como la semana que viene tengo curso, será ya para la otra y ya no hará falta o no tendrá remedio. Este fin de semana tengo que corregir todos los exámenes y al lunes sacar las notas. Van a ser un desastre, pero creo que esta vez se lo merecen. No han pegado ni golpe y se han tomado la asignatura demasiado a la ligera.

Y al fin nos hemos embarcado en la empresa. Todo cuesta mucho, y lo peor es que va a significar mucho trabajo, y yo sin estar centrado. Va a ser muy duro.

Y encima me duele todo...

miércoles, 6 de julio de 2005

Carlos Ruiz Zafón

Lo odio. No lo conozco personalmente, pero he leído su libro, "La sombra del viento", y es muy bueno. Por eso lo odio.
Porque yo, en mis ínfulas de escritor de calidad aún por demostrar, me muero de envidia cuando veo una de esas novelas que me atrapa desde el principio, bien escrita, con personajes con personalidad definida; en fin, algo bien hecho, digno de admiración en tiempos tan nefastos como los nuestros.
Léanla. O al menos, lean.

martes, 5 de julio de 2005

Llevo tres días con un dolor de espalda, de pecho y no sé qué más que no me deja hacer demasiado. Además, tampoco tengo muchas ganas, así que me he pasado un par de días de relajo. Mañana empieza la faena algo más dura.
Y debe de ser por eso por lo que no sé qué escribir. Decía Reverte que escribir es un trabajo como otro cualquiera. Requiere constancia, requiere todos los días sentarse ante el ordenador y empezar a hacerlo, obligarse a realizar esa tarea metódica y anodina de plasmar lo que pasa por tu cabeza, tenga mucho o poco sentido. Quiero suponer que será eso, pero a mí me resulta muy difícil escribir sin que las musas me asistan en tan riguroso trance. Quizá es por eso por lo que, al final, nunca he escrito nada, aunque presumo de muchas y excelentes ideas. Y es que las musas me visitan en los sitios más insospechados, a las horas más intempestivas, a menudo en esa tierra de nadie que media entre la vigilia y el sueño, territorio tenebroso y maravilloso.
No sé por qué, pero espero un golpe de suerte; quizá lo necesito, lo anhelo. Quizá si no lo obtengo me hunda (lo dudo, porque tanto desierto te hace a esperar lo peor por definición). Pero si lo tuviera, si por una sola vez todo se arreglara y me descargara de tanto peso, de tantas cuitas y desvelos, me vendría tan bien...

lunes, 4 de julio de 2005

Hola de nuevo

He pasado tiempo sin escribir. He andado un poco ocupado. Retomo ahora el asunto.
El principal problema de escribir de esta manera tan intermitente, como el Guadiana, es que olvido los blogs, y toda la pasión y la intensidad con la que suelen aparecer en mi cabeza acaba por difuminarse lentamente por las aceras del tiempo.

Así, por ejemplo, se diluyeron las declaraciones del jefe del BNG, en las recientes elecciones gallegas, en las que lo primero que dijo era que se reconociera a Galicia como nación, y lo segundo era que esto no nos iba a salir gratis. Creo que debemos empezar a darnos cuenta de los políticos que tenemos, de la gente a la que le confiamos esta desgraciada tierra. Eso es amplitud de miras de los políticos, y no lo que hacían en las polis griegas. ¿Aún no os dais cuenta de que esto es una pura farsa, una pantomima? ¿Que esto no es política sino intereses personales? No vamos bien.

También se diluyeron unos momentos mágicos en los que acabé escuchando a Los Secretos como antes lo hacía, y fue bueno para el corazón. Tiempo ha que no tenía esa calma de espíritu.

O el viernes, cuidando el examen de la asignatura que imparto. Pensando que no sería tan mala idea irse una temporada larga, muy larga al extranjero, mandar todo esto a donde se merece y empezar de cero. Uno ya no sabe, es imposible estar seguro, de si esto es mala suerte o es que soy inútil hasta la médula. Quizá empezar de cero sería una solución, encontrar un lugar en el que valoren lo que vales realmente. O simplemente huir y empezar otra vez, cometer de nuevo los mismo errores.

O no recuerdo ya qué entrada en la bitácora planeaba, demoledora y ahora totalmente desconocida.

Tengo que escribir las entradas en el momento en el que las pienso.