12 de febrero de 2004. "Tristeza"
Estoy en mi casa, escuchando a Labordeta y a Serrat. Quizá por eso el asalto de la tristeza ha sido incontenible, y ha tomado poco a poco todo lo que me rodea. Seguro que es eso. Llevo unos días algo perdido (ya quedamos que estaba descentrado y desmotivado). Llevo unos días peleando por montar una empresa y establecer una cabeza de puente en otro lado, ya que esta universidad menguada ya no puede ofrecer apenas nada, y mucho menos motivar. Supongo que es cosa de tiempo, pero estoy echando tiempo y fuerzas y caudal en preparar una vía de huída. Debe de ser la vida; hasta ahora apenas si tenía vislumbre de ella. LLevo dos meses bregando entre abogados, asesores, notarios, empresarios, banqueros, políticos y demás gente de baja estofa y peor condición. Me doy cuenta de que, por regla general, como denominador común, suelen ser gente egoísta, altanera y más corta que la manga de un chaleco. Me he dado cuenta de que este país no va a ningún sitio con esta actitud. Jamás había visto mayor falta de cultura, civismo e inteligencia. En fin. Lo digo muchas veces: no me molesta que me tomen el pelo, pero me cabrea mucho que se crean que soy imbécil. Pues eso, que aquí estoy, embarcado en una empresa que, a quien se lo cuento, no me lo dice pero cree que estoy condenado al fracaso (tampoco lo cuento todo); allá donde voy me encuentro con inútiles apoltronados que sólo piensan en su beneficio y que te chupan la sangre mientras tienes que ir revisando sus pasos porque ni saben lo que hacen ni les importa; también me encuentro con gente que me torpedea a mis espaldas y me trata con desprecio, dándome por acabado aun antes de empezar.
Esta tierra es Aragón, eso canta ahora Labordeta. Y como buen aragonés soy cabezón y empeñado, y voy a volver victorioso de África o moriré en el intento. Cada vez me lleva más la rabia de este país cainita y menguado, desde sus instituciones hasta sus más humildes gentes. Estamos abocados al fracaso más grande, a la incultura más vergonzosa y aún así seguimos engreídos y altaneros, indolentes y displicentes.
Muchas veces, cada vez más, me dan ganas de tomar mi mula, mi hembra y mi arreo y seguir el camino del pueblo hebreo, que esta tierra está enferma y no esperes mañana lo que no te dio ayer (Pueblo Blanco, de Serrat). Irme a un lugar del norte de Europa, con gente culta, civilizada y responsable que sabe al menos dónde está su mano derecha. Aunque dudo de que me acepten.
Pronto os contaré en qué consiste mi invento, mi fallido intento de ser socio capitalista, y cómo va.
Hasta entonces, seguiremos luchando como podamos: tarde, mal y nunca.
Un saludo
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