27 de enero de 2004. "Descentrado o desmotivado "
Robo algo de mi escaso tiempo al trabajo, parte fácil, y a las preocupaciones que me asaetean, algo más complejo. Repaso la conversación con un buen amigo que trata de compadecerme y animarme a no rendirme en esta guerra que tan maltrechos nos tiene.
Al final convinimos en eso: que estaba descentrado y desmotivado. Aunque es inevitable que acudan a mi mente multitud de palabras que comienzan por de-: decepcionado, desmoralizado, desubicado, defeccionado, deslocalizado, desfocalizado, destrozado, desfallecido, descorazonado.
Sé muchas cosas. Sé que todo esto sólo se puede cambiar desde dentro, pero en estos momentos no me veo con fuerzas o ánimos suficiente para sumergirme en esa sentina y bregar a su nivel, rodeado de excrementos y fétidos y malolientes seres. Mis sentimientos son ahora acabar con ellos a cualquier precio, sin piedad, a sangre y fuego, causando todo el dolor que soy capaz de imaginar.
También sé que así no se llega muy lejos, y siguen activas unas cuantas normas básicas que permiten la subsistencia, mientras vamos cauterizando las heridas. Heridas que no cierran nunca, que brillan en la oscuridad. Seguimos buscando razones para seguir adelante en este viaje, a bordo de este barco renqueante y apedazado que a duras penas se mantiene a flote y del que dudamos que aguante muchas tormentas más. Tan sólo esas cuatro normas básicas que garantizan la supervivencia: cargar, apuntar, disparar y cubrir la espalda. Por ahora no hay nada más.
Viajo en solitario, intentando encontrar en la rutina un asidero para llegar al otro día, intentando recopilar todas las razones en un montón con masa suficiente para comenzar una nueva era. Pero lo recalco de nuevo: viajo en solitario. He abandonado cualquier compromiso con aquellos que nos traicionaron, que rompieron ese acuerdo moral que nos ligaba. Somos simplemente mercenarios que vendemos nuestros servicios al mejor postor. He renunciado a cualquier expresión social o democrática con personas y entidades que carecen de honor. Tan sólo mantengo aquéllas a las que me ligan deudas de honor o amistad, que se han ganado a pulso durante años cuajados de batallas.
Estamos a la espera de que cierren las heridas; estamos simplemente manteniéndonos a flote, cerrando vías de agua, reparando el velamen y las cubiertas y la artillería y refugiándonos en la rutina y la monotonía, a la espera de que el tiempo cierre las heridas. En ese momento, espero, estaremos dispuestos a tomar la iniciativa y a comenzar de nuevo una conquista titánica de las Ítacas. Hasta entonces, sólo nos limitamos a defendernos con la mayor rabia y rencor posible.
Algún día, en algún lugar, algo saldrá bien.
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