miércoles, 13 de octubre de 2004

Jerry Maguire

Ayer volví a ver esta película de nuevo. No fue nada premeditado (algo a lo que recurro en horas bajas). Simplemente pasaba por allí y nos encontramos. La película y la historia son excelentes. De todas formas, parece que la moraleja es que hagas lo que debes y todo te irá bien en esta vida. Lamentablemente, esto es una cruel mentira. Es muy poético y bucólico todo esto del corazón, los buenos sentimientos y el humanismo, pero a la hora de la verdad, la vida es dura como el sol del verano. En mi vida, he tenido tantos éxitos como fracasos, o incluso más de los últimos. Y el hacer las cosas bien no garantiza absolutamente nada. Lo queramos o no, estamos condenados a la ley de los grandes números, y en esta sociedad no hay sitio para demasiados triunfadores. Es el azar el que muchas veces encumbra a quien lo merece, de entre tantos que lo merecen, o incluso a quien no. El derrumbre es simplemente el complementario.


De esta forma, la esperanza se viene abajo a la cuarta o quinta embestida de la vida. Yo solía decir que había vendido la esperanza, la conciencia y los sentimientos para reparar todos los daños sufridos en aquellos combates. Son todo heridas, cicatrices que surcan el alma de una manera casi indecente. Según qué noches, legiones de fantasmas, de muertos no enterrados, de errores y de derrotas encadenan mi soñar, como dice Gardel. Noches de esas en que oyes todas las horas del campanario mientras cierras los ojos y recuerdas con dolor o rabia ese pasado.


Al final va quedando un poso, entremezclando cinismo y experiencia. A mí por lo menos me queda una especie de manual de instrucciones para tiempos difíciles, escrito por la vida en las murallas que guardan mi maltrecho corazón. Oficio, lo he llamado a veces. Son sólo cuatro o cinco normas, cuatro o cinco reglas que garantizan que te mantendrás a flote en lo peor de la tormenta. Hasta ahora han servido, pero nadie en su sano juicio garantiza que funcionen siempre; hay situaciones desconocidas que no perdonan, nunca.

Uno al cabo termina definiendo unos pocos refugios, indestructibles, donde guarecerse en caso de problemas. "Las instrucciones de Vizzini para casos como éste eran precisas: Volver al principio. Volver al principio y empezar de nuevo" (La princesa prometida). Siempre hay que salvaguardar un lugar para volver. Éste es nuestro refugio.

Postdata: Hoy tiene que responder mi "socio" a mi requerimiento de que venda la empresa o compre mi parte. Son tres meses de tensión y decepción que acabaron por cegarme. Entonando el mea culpa (aparte de que no debí nunca asociarme con él), creo que debí tener algo más de mano izquierda y haber conseguido hacer valer mi idea con suavidad, ya que se hace más lamiendo que mordiendo. Pero no sé, lo reconozco. Una de mis normas de supervivencia diría algo así: Hacer siempre lo justo. Si es posible, con suavidad, pero ante todo, hacer lo justo.

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