martes, 1 de marzo de 2005

3%

No tienen vergüenza. Ni la tienen ni la han conocido en su puta vida. Son unos hijos de la gran puta. Me refiero, como no, a los políticos.
A esos que ahora se rasgan las vestiduras y, apelando al honor, la honradez y la decencia, están armando la de Dios es Cristo.
A estas alturas no les cree nadie. Toda España sabe que decir político es decir corrupción, deshonor, comisiones, vivir a cuerpo de rey, con Audi oficial, dietas y demás prebendas costeadas por la vieja piel de tambor, humilde, esforzada y pobre. Y oiga, somos tan lerdos que lo aceptamos. Aceptamos que en la política de este país medre la escoria humana, y que hagan y deshagan a su antojo, y roben a manos llenas. Lo sabemos todos, hasta el más inocente infante. Quizá lo sabemos porque nosotros haríamos lo mismo, vaya usted a saber.
A mí no me importa que me tomen el pelo, pero me molesta que crean que soy tonto. Así que, ahora, señores políticos, no me vengan con que han ofendido su honor al acusarles de cobrar comisiones. Ustedes no tienen honor; si un político lo tuvo en su día, lo perdió o lo echaron, porque en la cesta de manzanas podridas no queda una sana, es ley de vida. Así que callen y sigan robando, que para eso entraron ahí. Pero no se las den de prohombres, que eso ya no cuela.

La culpa la tenemos nosotros. Seguimos permitiendo que la política en este país sea una casa de putas de dimensiones bíblicas. Permitimos que la morralla de este país detente el poder. Nos da igual, han de robar unos u otros, así que dejemos la cosa como está. No me parece bien, pero es una forma de sobrevivir, tan digna como otra. Mucho más digna que la de ser político de carrera.
Yo no he votado en mi vida. No acepto este sistema, al menos no con esos candidatos. Pero sé que no tiene solución. Tomás de Lampedusa, en su Gatopardo, acusaba a los revolucionarios: "Queréis cambiarlo todo para que nada cambie, para que todo siga como está" Arrojaríamos a unos políticos corruptos para poner a otros iguales en su lugar.
Me gustaría ponerlos a prueba. En unas elecciones generales, que votara sólo el famoso 3% de la población, léase políticos y familiares. Verían ustedes como clamarían al cielo pero ninguno se bajaría del burro, ninguno reconocería que "algo habremos hecho mal"; si no, vean a Gallardón. Seguirían chupando, porque al fin y al cabo es lo que quieren.
Nos estamos argentinizando, querido Flint, así que empezad a almacenar armas y comida, que el día menos pensado acabamos como en Irak. Y yo ya tengo varios objetivos en mente, varias deudas que cobrarme a sangre y fuego, con la mayor sevicia de que sea capaz. Por mis muertos. Que a mí la solidaridad y la civilización me la trae al fresco.
PD.: Todo esto ha sido por leer al comedido Serafín. Yo no me bajo del tren: lo hago descarrilar.

1 comentario:

F_L_I_N_T dijo...

Bueno, yo desde hace tiempo he tomado prestadas las tesis de Saramago acerca de la "revolución del voto en blanco"....solamente cuando la mayor parte de la ciudadanía (y digo "ciudadanía" en el sentido más heleno de la palabra, lo cual contrapongo a "súbdito" que es aquello que hemos sido siempre en este país) acuda con ánimo de rechazar el tumor (ojo!, actitud positiva, la acción "revolucionaria" de Marx pasada por la turmix, nunca actitud pasiva) pero apoyando al paciente doliente, solamente entonces y quizá....se pueda tras larga convalecencia recuperar el enfermo.
Desde luego la toma de conciencia es el primer paso.

Salu2