viernes, 11 de marzo de 2005

11-M

Lo que viene a continuación es duro. Simplemente poque no es políticamente correcto, pero por ello no creo que deje de ser verdad.
Hoy se cumple un año de los atentados de Madrid. Soy misántropo hasta la médula, y he visto cosas que vosotros no creeríais. Comer pan de muchos hornos es lo que tiene, en estos tiempos de mear colonia y cogérsela con papel de fumar.
He visto a la gente, solidaria y aún conmocionada, manifestarse pública y notoriamente. He visto a los políticos, nacionales e internacionales, flagelarse y comprometerse para luchar contra el terrorismo. He visto velas y oído campanas y sentido minutos de silencio y olido flores y leído panegíricos lacrimales acerca del mal, el bien, la justicia y la ley.
Todo me da arcadas. Porque el dolor es una cosa, y toda esta pantomima es otra.
Primero, los políticos y gobernantes. Diciendo que hay que luchar contra el terrorismo, y apoyar a las víctimas, e integrar todas las culturas en un marco de amor y paz. No es que apoye el terrorismo, pero lo comprendo. Porque cuando los países ricos, civilizados, cultos y solidarios deciden que tal o cual país del tercer mundo debe ser "reajustado" para garantizar el abastecimiento de la opulencia, se está favoreciendo la iniquidad, la injusticia, la lucha. Esa gente no tiene nada que perder, lo ha perdido todo no por el azar o la catástrofe, sino por un primer mundo egoísta, injusto, inicuo, cruel, solidario sólo de boquilla, que aguanta su tren de vida a costa de lo que sea. Mientras los gobiernos no atajen eso (algo imposible), no dejará de haber terrorismo. Mientras haya injusticia y gente que pierde a sus seres queridos y bienes para que otros mantengamos nuestro statu quo, siempre habrá alguien dispuesto a volarnos los huevos de la manera más dolorosa. Y en cierto modo, algo de razón no le falta. Que la vida es dura y mala puta, y no la telenovela descafeinada que nos están vendiendo.
Luego el populacho. Solidario hasta la médula, con las pancartas, velas y manos blancas, saliendo a tapar la calle. Mucha solidaridad de salón, pero luego todos volvemos a casa, y seguimos soportando a gobiernos que favorecen la injusticia, no sólo con los de fuera, sino hasta con nuestros paisanos. Todo se nos olvida, todo es accesorio, y volvemos a nuestro mundo artificial y perfecto, deseando que el estado nos proteja, nos indemnice por el pedrisco o el tsunami o el ataque de los pavos asesinos, y que vengan los inmigrantes a limpiar nuestra mierda, pero que no molesten...Somos unos hipócritas mayúsculos, pero acallamos la conciencia con escenitas estereotipadas, muy americans del mundo libre y demás. ¿Tiene que haber mierda? Pues que la haya, pero no en el campo de detrás de mi casa.

Así que a mí me la suda toda esta movilización social. Porque no sirve absolutamente para nada. Porque el dolor de verdad va por dentro y el movimiento se demuestra andando, no encendiendo mecheros y entonando "Al vent".
Y ahí, hay todo un cuerpo de infantería veterano en estas lides. Ya los conocen: la gente del alambre.

1 comentario:

F_L_I_N_T dijo...

Si te refieres a la utilización que los medios y "los otros poderes" hacen del dolor ajeno...estoy de acuerdo.
La instrumentalización de los sentimientos es una extensión de la de los hechos, puesto que al homenaje más sincero se le añaden capas y capas de "culebrón" nada edificante.
Ya tuvimos "tratamientos informativos" deleznables como el de "las niñas de Alcacer".
Hay una anecdota de Umberto Eco, en la que el mismo señalaba que nunca firmaba manifiestos de los del estilo..."contra el hambre", "contra el terrorismo" etc etc, el tio decía que el no firmarlos no significaba que defendiera lo contrario; no los firmaba porque resultaba imposible que nadie en su sano juicio defendiera lo contrario.
Por tanto es inutil defender algo cuando nadie "sano" defenderia lo contrario.
Ademas, personalmente, todos los manifiestos tienen un halo de "simplicidad" que no me trago y que siempre me ha tirado para atras.

Salu2222 Orks!!!!