miércoles, 2 de marzo de 2005

Big Fish

Ayer hurté algo de tiempo a otras tareas y vi esta película. Muy de Tim Burton, muy del Rafa que existió hace tiempo.
Es todo un canto a la fe, a la esperanza, al corazón ligero y alegre. Es una película preciosa. Me recordó que la vida, en muchos aspectos puta y perra como la meretriz de Babilonia, puede ser bella y maravillosa y rica. Que, viejo y manido aforismo, la vida es del color con el cristal con que se mira. Que tener fe, ilusión, esperanza, es una garantía impepinable para pasar de manera aceptable la mala noche en la mala posada.
Y no digo que esa teoría sea errónea, que creo sinceramente que no lo es. Lo que pasa es que la vida es bella y es puta, y no necesariamente a partes iguales. Y que, cuando uno lleva ya tiempo recogiendo los pedazos de la esperanza y la alegría, recomponiendo ese remedo de felicidad como único, solitario escudo, y volviendo a recoger los pedazos como Sísifo, es difícil no echar el agua por la última tabla, mandarlo todo a freír espárragos y ponerse la armadura más espantosa para pelear. Con un par.
Y por desgracia, simplemente por estar ahí, los años pasan y las esperanzas, que hay quien dice que son verdes, se van rompiendo y se van acabando, y la alegría no trae el pan a la casa del pobre. Al final coges lo poco que te queda, porque esperanza siempre queda la mínima, la guardas en un pozo en lo más hondo de tu castillo y sales a pelear, sin candongas, alharacas ni flores en el pelo.
Admiro, envidio a esa gente con esperanza, ya sean cristianos, soñadores o tontos del pueblo. Pero yo, con tantas heridas en el costado, con el casco tan maltrecho y desarbolado y remendado, pido permiso a vuesas mercedes para pelear a cara de perro, que otra cosa ya no śe hacer.
A Dios vais.

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