martes, 30 de mayo de 2006

Némesis

Ciero los controles. El indicador de presión trepa hacia su valor crítico y las cifras bailan su danza macabra: 1978, 1979, 1980... No puedo oír las voces de mis compañeros, pero sé que blasfeman, lloran y reniegan de mí. La vida es dura. El ordenador está calculando la secuencia de escape. Tomás está garrapateando algo sobre el vidrio, con los ojos desencajados. No es forma de morir, no con un insulto. La vida es dura, tanto para ellos como para mí. Más dura para mí, que quizás lleve sobre mi conciencia sus muertes, quizás ya la llevo, incluso antes de que mueran. No me atrevo a mirarles a las caras, pero lo hago porque es mi deber. Faltan 30 segundos para alcanzar la presión de disparo, voy robando oxígeno mientras ellos van cayendo en un sopor deforme, abotargado. Sus miembros se mueven, dejan de moverse, se mueven... 2082, 2083, 2084. Una sacudida y apenas un par de luces titilantes indican que el módulo se separa. Ahí quedan. Ahora tengo tiempo para pensar qué explicación dar cuando llegue a la Tierra. Quizá, con un poco de suerte, tenga todo el tiempo del universo

(Este no quedó finalista)

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