martes, 30 de mayo de 2006

7 de febrero de 1997

Éstas son las primeras líneas que escribo en mi diario. En primer lugar disculparme por estas páginas ante aquellos que las lean y puedan importarles algo . Deliberadamente todas carecen de color, todas son en blanco y negro (salvo una honrosa excepción) y pretenden ser páginas tristes y sombrías. Espero haberlo conseguido. Tenía muchas cosas pensadas para poner aquí cuando llegara este momento, pero ahora o no se me ocurren o no me parecen de lo más adecuadas.

La cuestión es que últimamente lo veo todo demasiado negro, y he decidido reflejarlo aquí. Quizá sea una especie de protesta ante este mundo, tal vez rebeldía o rabia porque ya hace demasiado tiempo que no sale una sola cosa bien, y que cuando más débil estás, cuando más necesitas meter tu nave en un puerto seguro para reparar las heridas que la vida te abrió en las últimas andanadas, entonces avistas velas en el horizonte y largas todo el trapo que le queda a tu desarbolado barco con la vana esperanza de ganar algo de tiempo para plantarles cara. Porque sabes que no puedes huir, que te darán caza tarde o temprano, que puedes alejarte de lo que corre tras de ti, pero no de aquello que corre dentro de ti.

Y mientras tanto maldices a la vida por jugar sucio una detrás de otra, por exigirte todo cuando ya ha acabado de molerte a palos, porque da igual que lo intentes con toda tu buena voluntad: siempre acaba por salir mal; esa maldita impresión de llegar a los sitios por camino errados, de hacer las cosas del modo más difícil.

Por ahora nada más. Cuando el corazón desfallece la cabeza debe tomar las riendas de toda la situación y dictar normas precisas y estrictas para mantener a flote lo que queda del barco. De lo contrario se corre el peligro de pasar al otro lado.
Y no me gustaría volver allí

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