9 de abril de 1997
Van remitiendo las horas bajas que poco tiempo atrás marcaron esta página de manera tan cruel e indeleble. Quizá ahora, en este momento, si las hiciese de nuevo, tendrían algún color más. Pero quiero dejarlas así por un tiempo, para que me recuerden mis errores y, en la medida de lo posible, eviten que caiga de nuevo en ellos. Sería imperdonable.
De todo esto quedan secuelas, eso es innegable. Por lo pronto queda un desencanto, que a veces y a escondidas raya en cinismo para con la vida. Una desesperanza inmensa, inconmensurable, que difícilmente se diluirá. Las heridas duelen intensamente muchas noches. Que todo es apacentarse de viento. Que nada vale la pena.
Simplemente seguimos caminando, peleando, luchando porque es lo correcto.
Hasta pronto. Porque no todos los silencios ni todas las lágrimas son malos.
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