martes, 26 de abril de 2005

Jokin

Este es el nombre del chico e Fuenterrabía que se suicidó tras el acoso de sus compañeros de colegio. Es un hecho lamentable, a menudo es un hecho lamentable que alguien muera (a veces no), pero todo esto se está saliendo de madre...
Hace tiempo empecé a quejarme del fracaso de la enseñanaza en España.Hay un grave problema de fondo. La sociedad española, tan inculta a veces, y siguiendo lo que decía Reverte en mi anterior entrada en la bitácora, se la coge con papel de fumar. De una sociedad acostumbrada a la dureza, a la supervivencia y ,en cierto modo, a la camaradería, se ha pasado a una sociedad necia, remilgada, exigenta hasta la náusea e incapaz de hacer autocrítica. Una sociada en la que todo el mundo es responsable menos yo, empezando por el gobierno y terminando por el barrendero de nuestra calle.

Cuando ayer oí que los padres del susodicho habían demandado al director, profesores, jefe de estudio y hasta a las limpiadoras y bedelas, me di cuenta de que este puto país está abocado al fracaso. Aprecio a los profesores en lo que se merecen (no puedo apreciarlos más porque una profesión que debía ser vocacional se ha convertido en un bebedero de patos, en un refugio de advenendizos e incapaces a los que los alumnos les importa un cojón de ardilla, y hablo con conocimiento de causa. La culpa la tiene esta situación: cuando un país se va a la mierda, como éste, no se va sólo en la economía, o la política. Se cae todo, absolutamente todo, por su proio peso.). Como decía, no aprecio a los profesores, pero de ahí a considerarlos culpables de la muerte del chaval va un buen rato. Y si esta sociedad totalmente degenerada hasta la médula (y no va por los matrimonios homosexuales) lo admite, es que vamos mal. Pero que muy mal.

Y es que hemos olvidado que en el colegio se enseña (o se debía hacer) conocimientos. Puros y duros, con sangre. La ética se enseña en la familia y la moral en la iglesia. En la escuela se aprende cosas se transmite conocimientos; en casa se aprende educación y valores y principios. Es responsabilidad de los padres darles educación, civilidad, sociabilidad, amistad, principios, rectitud, honradez, honestidad y todo lo que quieran. En el colegio se debe enseñar logaritmos, reyes godos y capitales del mundo. Está claro que en una microsociedad como el colegio se ponen de manifiesto todas las dolencias y virtudes de la sociedad, y los maestros no son ajenos, y deben corregirlas en la medida de sus posibilidades. Pero la responsabilidad final es y será de los padres.

Claro. Pero es más fácil dejarlos en manos de los maestros, huír de nuestra responsabilidad y pasársela a otros, funcionarios del papá estado. Funcionarios que están indefensos ante unos niños maleducados, incivilizados, irrespetuosos, inútiles, producto de sus padres que, desconcertante, sus padres los consideran como unos hijos de puta modelo. Al final no va a haber quien dé clase.

Los niños son, somos (que yo aún soy un niño), unos cabrones del cuatro. Es la educación la que los vuelve gilipollas sociales y respetuosos con el medio ambiente y sus semejantes. Recuedo mi ñiñez, en mi pueblo, donde acorábamos, acosábamos al que se salía de la norma, sólo por vestir raro, ser raro o llevar el pelo rojo. Y he visto maltratos, barbaridades y vejaciones físicas y psíquicas espeluznantes. Quiza yo alguna vez las provoqué y alguna las sufrí. Pero aquella sociedad, más madura, heredera de una guerra civil y una posguerra de hambre, educaba a los suyos, por allá por 1974, en la lucha, en el pundonor, en la humildad, en la responsabilidad propia de sus actos y su resistencia, en el respeto a los mayores y en la comprensión de una realidad, de un mundo duro e injusto contra el que no se puede luchar pero sí resistir. Todo eso se ha perdido como lágrimas en la lluvia. Tiempo de morir.

Ahora en nuestra sociedad se ha escondido debajo de la alfombra lo que no nos gusta: nuestras miserias, la muerte, la pobreza, el dolor, la enfermedad, la fealdad, la minusvalía, la realidad. La vida, en una palabra. Todos vivimos en un mundo de cuerpos danone, de pisos ideales, de gobiernos progresistas y alternativos y de trayectorias perfectas en un universo tridimensional y virtual. Pero la vida, que es puta y es vieja, reclama lo suyo cuando toca, como los ríos. Y en esta lotería todos llevamos nuestro número agraciado, por mucho que nos empeñemos en negarlo.

Es triste que haya muerto ese chaval. Y quienes lo acosaron no son angelitos ni hicieron bien. Pero los culpables fueron los padres: los de los acosadores y los de los acosados. Y toda la demagogía que se monta es cogérsela con papel de fumar.

Y si me pongo a hablar de evolución, entonces ya se arma la de Dios es Cristo. Y a mí esto, ni me va ni me viene. Cuando se vaya todo a la mierda nos hundiremos con la mayor dignidad posible, peleando hasta el fin.

PS. Reverte ya le dedicó su columna a este asunto

1 comentario:

AlbertJB dijo...

Estaba a punto de escribir: tú eres imbécil o qué? Pero me lo he pensado y digo: desgraciadamente, tienes razón. Me duele, pero la tienes.