miércoles, 20 de abril de 2005

Cuento 1



Caminaba por la nieve, lentamente. Empezaba a preocuparse. Se estaban acercando demasiado. Sobre todo el grande, el jefe de la manada. Se perdía en su memoria cuando comenzó siendo una sombra que le perseguía. Cada vez se acercaban un poco más. Un día, en que el temporal remitió, los distinguió. Sus compañeros era una manada de lobos. Su jefe era un lobo grande, viejo. En aquel momento pensó que no le alcanzarían pero, ahora, estaban ahí . Muy cerca. Sobre todo el lobo grande.

Siguió caminando por la nieve. Sus piernecitas se hundían irremediablemente en la nieve, avanzar era terrible. Cada paso consumía más y más sus exiguas fuerzas. El viento soplaba gélido y cruel. Estaba muy cansada.
El viejo lobo estaba ya casi a su lado. Sintió miedo. Miró a su derredor pero la tormenta de nieve impedía ver más allá, no encontraba ningún lugar donde guarecerse. Tenía sus manecitas heladas, ateridas por el frío. Se las frotaba continuamente. Estaba muy cansada, tenía mucho sueño.

El lobo se colocó a su lado y caminó en silencio. Se acomodó a su paso. Ella seguía caminando trabajosamente.
-¿Cómo estás? -preguntó el lobo.
-Bien. No os molestéis en esperar. No me voy a detener. Idos- respondió el alma.
-Ya llevamos mucho tiempo siguiéndote, lo sabes.-replicó el lobo. -No nos importa seguir un poco más. Tenemos tiempo-.
Siguió caminando a su lado, en silencio. La manada comenzó a acercarse peligrosamente. El alma se alarmó, pero el viejo lobo giró la cabeza y la manada se replegó, siguió acechando a una distancia prudencial. De nuevo habló:
-Estás muy cansada. ¿Por qué no te sientas, y descansas? Duermes un rato. -se interesó el lobo.
-No debo. No debo. No puedo. No me vas a convencer-. El alma consiguió hacer avanzar la otra pierna, que se hundió profundamente en la nieve.
-¿Crees que vale la pena? ¿Sabes cuánto dura ya tu tormenta? ¿No te das cuenta? No se acaba nunca. Te han mentido. La vida te ha mentido y se burla de ti-.
-No. Simplemente soy yo. No encuentro el camino de vuelta a casa. No puedo ver luciérnagas bajo la nieve. He hablado con muchas otras almas, ellas siguen caminando, ahí, en algún lugar. Dicen que las tormentas se acaban-.
-No te han dicho toda la verdad. Cuando acaba la tormenta, sigue el frío. La nieve no se va nunca. Llevo muchos años haciendo esto. He co...he conocido muchas almas, y esto no acaba nunca. Te lo aseguro-continuó el lobo.
-Pero un alma me dijo... -
-Todos decimos muchas cosas. Las almas también se equivocan. Estás muy cansada. ¿Por que sigues? Ya no te quedan ilusiones, ya todo ha acabado. Siéntate allí, en aquel árbol, y hablamos un rato. Descansas. Luego seguiremos tu camino-.
.¿Cómo sabes que no me quedan ilusiones? -preguntó el alma. -Te voy a hacer caso. Vamos hacia aquel árbol. Es hermoso. Pero debes prometerme que no me harás daño-.
-No tengas miedo. No sentirás nada-.
-¿Cómo sabes que no me quedan ilusiones? -volvió a preguntar el alma.
-Llevamos mucho tiempo siguiéndote. Te hemos visto cambiar. Los lobos tenemos un olfato especial para descubrir las ilusiones rotas. Tú dejabas un rastro nítido. Así te descubrimos. Contamos las ilusiones que deja cada alma, llevamos estadísticas. Nos permiten predecir cuándo... -el lobo titubeó-el alma está vacía, sin fuerzas-.
-¿Y han sido muchas? ¿Habéis encontrado muchas ilusiones mías? -
-Sí-
-¿Eran bonitas? -
-Muy bonitas. Te lo aseguro. Valieron la pena-.
-No las recuerdo. He roto muchas ilusiones en esta vida- se lamentó el alma.
-Las ilusiones se suelen romper. El tiempo es su enemigo. He visto las tuyas. Yo fui quién descubrió tu rastro. Eran muy bellas. Tanto que me interesé por ti. Te conozco gracias a tus ilusiones. Eras una buena alma-.
-Dime, lobo -el alma se recostó contra el grueso árbol seco y se acurrucó. Se abrazó las rodillitas,-¿por qué se rompieron todas esas ilusiones? ¿Fui yo? -
-Fue la vida. Las ilusiones se rompen. A veces las rompemos nosotros, la mayoría de veces lo hace la vida. Es así. No tiene por qué ocurrir, pero la verdad es que ocurre. Eso las hace bellas. Las ilusiones más bellas son siempre aquellas que se rompieron. No te culpes por ello-.
-Ya no recuerdo nada. Estoy vacía- se lamentó el alma, cerrando lentamente sus ojillos llorosos.-Tengo mucho sueño. Lobo, ¿te quedarás a mi lado? -
-Sí, alma -.
-¿Me vais a comer? -
-No hagas ese tipo de preguntas. No suelen tener respuestas agradables-.
-Responde, lobo-.
-No te comeremos, mientras estés viva-.
-Gracias. ¿Por qué estoy viva, lobo? Ten paciencia conmigo. Soy tu presa-.
-No sé por que estás viva. Según las estadísticas, hace mucho que debías haber...caído. Seguiste mucho tiempo caminando. Me costó mantener a la manada tras de ti. Cundía la desesperación. Creo que te queda una ilusión. Puedes dármela tú misma. Todo será más fácil-. El lobo se acercó mucho más. El hocico húmedo, frío como la muerte, rozó su rostro.
-Atrás, lobo. Ten paciencia, ya te lo dije. Soy tu presa, pero espera. No encuentro la ilusión, por más que rebusco en mis bolsillos. Ya no quedan ilusiones, lobo. Te equivocas-.Seguía con los ojillos cerrados.
-Puedo equivocarme sumando o restando, pero no en esto. Lo he hecho durante toda mi vida-.
-Eso no significa nada. Puedes equivocarte ahora-.
-Sí, pero no estoy equivocado. Te queda una, muy bella. La última. La que más duele-.
-Ya no queda ninguna-. Movió la cabeza, pero no abrió los ojos. - Esa, esa sí la recuerdo. Se rompió. Recuerdo cuando se rompió. Sí, fue muy bonita -.
-Debe de serlo, porque aún la llevas ahí. Se reconoce la ultima ilusión de un alma cuando muere. Hiede -.
-Lobo-. El alma le tomó la pata. -¿Ha salido el sol, verdad? Noto sus rayos en mi rostro. Todo ha terminado, ¿verdad? -
El lobo agachó la cabeza para cubrirse de los remolinos de la nieve.
-Sí. No abras los ojos. El sol podría herírtelos -.
El alma comenzó a soñar con un mago y una varita rota y un rosario de luciérnagas en la oscuridad. Y se quería dormir, pero unas palabras lo aferraban con sus manecitas y sus uñitas y le retenían de pasar a la tierra de las tinieblas. No abras los ojos. El sol podría herírtelos.
Al final el alma abrió los ojos. La manada no estaba, el lobo se había alejado. La tormenta de nieve seguía tan fiera como antes.
-Lobo, ¿te vas?
-Sí-
-¿Por qué?-
-Me he equivocado -.
-He visto mi ilusión. Está viva. Está muy rota, la he maltratado mucho, pero está ahí. Debo cuidarla -.
-Lo sé. Yo también la he visto-.
-Lobo-
-¿Sí? -
-¿Volveremos a vernos? -
-No lo dudes. Es mi trabajo. Siempre estoy ahí. Soy tan viejo como el tiempo. Volveremos a vernos -.
-Gracias, lobo-.
-De nada. Tengo paciencia. Si algo me sobra es tiempo. Abrígate por las noches, alma-.
-Sí-
-Tu tormenta seguirá mucho, mucho tiempo. Pero verás es sol. Un día saldrá el sol. Ese día acuérdate de mí-.
-Sí, lobo. Lo haré-.
-Adiós, alma. Me ha encantado conocerte-.
-Adiós, lobo. A mí también-.
-Hasta la vista-.
-Adiós-.
El lobo se perdió en la ventisca. El alma se levantó. Brillaba una lucecita tenue en la corteza, en el tronco de árbol seco. Era una luciernaga. Sintió lástima. La cogió suavemente y se la echó al pecho. Comenzó a andar.

No hay comentarios: