Mala noche
Ayer tuve una mala noche. No pude dormirme hasta las tres de la mañana, completamente desvelado, no sé si por el café de última hora o por los nervios.
Y no porque la selección casi pierde, sino porque soy incapaz de aislarme de los problemas, de separar el plano personal del profesional, y porque sigo sin tener claro eso de que el cliente tiene la razón, sobre todo cuando el cliente no me merece respeto alguno y creo que me está tomando el pelo.
Siempre había tenido claro que era un lobo solitario, que quería serlo y que todo era más fácil, aunque pudiera parecer más difícil. Más fácil para mi cabeza. Aunque cada vez que salgo a la sociedad, y me comporto como humano, conteniendo mis irrefrenables deseos de liarme a dentelladas con esa gente que no me respeta, mi mente, mi espíritu, mi moral se socava y las pesadillas comienzan y no terminan. Quiero volver a la naturaleza. La llamada de la selva.
Ayer sentado en la cama miraba a Javier y a Pili, dormidos. I can hear the soft breathing of the girl that I love as she lies here beside me, asleep with the night. And her hair in a fine mist floats on my pillow reflecting the glow of the winter moonlight. Tengo mucha suerte. Tengo todo lo que necesito y no me doy cuenta, no disfruto de ello. La realidad me golpea incesante y urgente para que dé la cara y pelee. Sin dar dentelladas.
Hay dos escenas de película que me recuerdan escenas de mi vida, un dejá-vu constante y permanente. Una es en Río Bravo, cuando Dude entra sereno a la cantina, pero con su aspecto de borracho de desharrapado para pedir licor, y se burlan de él los hombres de Burdette, mientras su mano acaricia en el muslo el lugar en donde debía colgar el revólver. Esa sensación de impotencia, de desamparo, de desvalido. La otra es en Eldorado, cuando están Cole Thorton, medio inválido, en el carro con Maudie, preparados para darle a MacLeod lo suyo o morir en el intento, y ella empieza a sincerarse, empieza a decirle que pueden seguir juntos, entonces llegan los MacDonald para vengar a los suyos y él la manda a detenerlos para evitar el baño de sangre y dejan la confidencia, abandonan lo personal porque lo material urge no espera y uno debe hacer lo que debe y todo se abandona, siempre hay un precio.
Ésa es mi Pili
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