martes, 12 de julio de 2005

Londres y Madrid

Este pasado fin de semana han ocurrido los atentados de Londres.

Aparte de la triste que es que paguen justos por pecadores, tanto en Londres como en Irak, aparte de lo que nos merecemos cada uno, tanto como individuos como sociedad, de lo injustificable y justificado de ciertas acciones y de lo que haría yo en las mismas condiciones, hoy me voy a centrar en cómo se ha tratado la información en ambos casos.

Obviamente, hablamos de países muy diferentes: uno de ellos, un país culto, responsable, cabrón a sabiendas y con latines, civilizado; el otro un país cainita, visceral, inculto, necio y envidioso.

De esta forma, el atentado de Londres se ha tratado con seriedad, con rigor. Tanto por la sociedad como por la población. Dosificando la información, ocultando lo que se debe ocultar para no malograr las investigaciones y empleando el tiempo necesario para lo que sea: rescatar los cadáveres, hacer las autopsias en un lugar secreto...

Imaginemos esto que ha ocurrido en Londres, si se hubiese hecho en España. Aquí, no sólo los mediocres dominan el país; además, lo triste es que se exige mediocridad a todo aquel que despunte, ya sea por miedo, ignoracia o envidia. La tan aclamada trasparencia en la que la televisión decía a los culpables lo que pensaba la policía al minuto. Convirtiendo el asunto en un circo mediático, con toda la sociedad ebria en la vorágine y contagiados de esa deleznable actitud que vendieron televisiones y políticos. Nada que ver con la realidad, con la vida.

Y los políticos. Innombrable. Vergonzoso. Digno tan sólo de individuos de su bajura moral. Sacándose los ojos entre ellos, manipulando la información para su beneficio e influyendo en la sociedad para llevar el ascua a su sardina. Con la gente moviéndose como tristes pollinos tras la zanahoria.

Aquí fue un circo, manipulado por políticos. Londres ha sido práctico, pragmático, que era lo que había que hacer, doliese o no. Es una sociedad madura.

Nuestra sociedad, inmadura, irresponsable, indolente, displicente, no es capaz de asumir que en la vida hay veces que hay que hacer lo que se debe. Pero esta sociedad está infiltrada, empapada de mediocridad. Tanto tiempo de acoso y derribo nos ha hecho perder la perspectiva, y en esa mediocre ignorancia exigimos que la imbecilidad, que la mediocridad campe por todo el país. Como debe ser.

Cada vez lo tengo más claro. Me voy de este puto país.


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