jueves, 14 de julio de 2005

La vida en la frontera

Hubo un tiempo, tiempo ha, que viví en la frontera. El límite, el filo de la navaja. Aquello no duró demasiado.
Nunca llegué a averiguar qué separaba aquella frontera inefable, aunque era, es inconfundible. Ese regusto metálico en la boca del miedo, esa incertidumbre, la continua asechanza. La frontera presenta un patrón característico, inequívoco.

Vivir en la frontera deja secuelas permanente. Se puede distinguir a aquellos que han cumplido su servicio en la frontera. Siempre vigilantes, cubriéndose las espaldas, la mirada huidiza, evaluando todo cuanto les rodea y etiquetándolo, clasificándolo como hostil o neutral. Nunca hay amigos en la frontera.

La vida en la frontera es mutable, te impele a navegar siempre entre dos aguas, en la ambigüedad, en la ilegalidad. Te obliga a hacer cosas cuestionables. Te obliga a mercadear con todo aquello que se pueda vender. Incluso con tu alma.

De la vida en la frontera recuerdo la incertidumbre, la espera, las traiciones y delaciones. Conservo recibos de empeños imposibles, vendí mi conciencia y mis sentimientos para poder sobrevivir, para evitar pesadillas y vómitos en las largas, insomnes noches. Vendí todo aquello que pudiese comprar, a todo aquel por el que dieran algo. Vendi mi alma y vendí al propio diablo.

La vida en la frontera rompe a los hombres. Les corroe las entrañas fiera, los deja tan sólo con una cáscara huera, vacía, rostros demacrados, cuerpos sin alma ni corazón que pululan como mercenarios en esa tierra indefinida que son todas las fornteras.

La vida en la forntera es el trasiego, el gatillo rápido, lo desconocido que te anuda el estómago, los rostros mutables y la rapidez de aquello que está perennemente de paso. Cada mañana es una nueva visión, una incertidumbre distinta a la de todos los días, una tensión perpetua que te hace gozar de los escasos momentos de descanso, de los relajos perversos y pecaminosos, de la forzada camaradería con otros deshechos fronterizos, con otros rostros sin alma ni escrúpulos.

Nadie dura mucho en la frontera. La frontera acaba con aquél que no huye a tiempo, con los pusilánimes. La frontera devuelve guiñapos por hombres. La frontera es una escuela que cobra caras sus clases.

Siempre me preguntaba qué había al otro lado de la frontera. La vida al otro lado.


"A veces sopla un viento triste y frío
los días son igual que una condena
de noche se oyen voces que murmuran
un nombre donde sólo hay silencio
si cruzas por aqui, se precavido
si alguien te sale al paso no le des la espalda
es bueno hallar con quien hablar, a veces
pero es mejor callar cuando es preciso
no sueñes con el final del camino
pues ya, maldita sea, otros aguardan
para tomar su parte y ganarte
la mano sin moverse del sitio.
La vida en la frontera no espera
es todo lo que debes saber.
Hay hombres con mirada que fulmina
como el rayo penetra en carne viva
si matas generas un espectro
que siempre ya persigue y acecha
bailan las mujeres en la hoguera
desnudas con el rostro cubierto
aquella que concibe tu hijo tambien
acaba con las voces de lo incierto en ti
si tienes que jugártelo a una carta
ve de cara al decir tu palabra
pero antes de que el eco la repita
dios y el diablo te ayuden a estar lejos.
La vida en la frontera no espera
es todo lo que debes saber.
La vida en la frontera no espera
es todo lo que debes saber."

Álbum De un País en Llamas, 1985. Tema 10
Intérprete Radio Futura

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