lunes, 11 de julio de 2005

Este ha sido, de nuevo, un asqueroso fin de semana. Con el norte totalmente perdido, uno se dedica a pelear como mejor sabe, sin fe, sin esperanza, sin ilusión.


Como siempre, acabas dándote cuenta de que nada es como esperabas, quizá simplemente porque nunca has querido reconocer la realidad. Quizá le recrimino a Ítaca el encontrarla pobre y harapienta.

Pero de vez en cuando la tormenta arrecia dentro de tu casa, contra las ventanas, y el viento ulula en tus pasillos, en tus habitaciones. Mientras en el exterior luce el sol o lo que sea. No puedes evitar que dentro de ti llore el invierno independientemente de dónde estés. Y empiezas a preguntarte si ha sido mala suerte. O negligencia. O errores. Si te mereces algo mejor, si te mereces otra cosa, otra vida. Dónde estarías si hubieses tomado otro camino, si serías más feliz, si hubieses sido más feliz. Si en esa otra vida paralela te preguntarías, también, qué hubiese pasado si hubieses tomado este camino, si serías más feliz, si serías feliz.

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