miércoles, 29 de septiembre de 2004

Una nueva esperanza

De nuevo a la trinchera. De vez en cuando un rumor, una noticia o simplemente la casualidad hace que la sangre se agolpe en la venas, y la adrenalina fluya, y la desesperación nos obligue a tomar resoluciones; y el miedo aflora y se huele en el ambiente y uno se dispone a poner en juego todas sus armas, a olvidar los agravios del pasado, a abrir viejas, profundas heridas que nunca terminaron, nunca terminarán de cerrar. Dispuestos a asumir aquellos sufrimientos que tanto nos atormentaron en el pasado. Vamos a abrir otro frente, aquél del cual nos retiramos tras amarga derrota. Por una vez en la vida, vamos a hacer las cosas bien. Comienza otra nueva batalla.

A veces escribo solamente para animarme, yo solo entiendo lo que escribo, y trato de darme ánimo, son asideros que engarzo para cuando el mundo se abra bajo mis pies. Mi negra historia a la que me refiero fue cuando la LOU cercenó mi futuro; intenté formar parte de una plataforma de ayudantes inútil que me hizo perder toda esperanza; me presenté a dos plazas de funcionario en la Universidad Politécnica de Valencia donde tribunales corruptos les otorgaron plazas a candidatos con 10 veces menos currículum que yo (10 veces reales). Tanto fracaso y tanto desamparo en apenas un año hizo que desistiera de muchos empeños y emprendiera el camino solo, olvidando todo y renegando de todo. Sigo culpando a mi universidad y a mis dos egregios rectores, y me sigo culpando a mí. Abandoné toda lucha y me resigné a esperar un desenlace. Hoy he decidido volver a la lucha académica y administrativa y presentarme a acreditaciones y habilitaciones. Va a ser duro, consume mucho tiempo y trabajo, aunque eso no me importa. Lo peor es que consume mucha ilusión y esperanza, hasta el punto de hacer desfallecer el corazón, y eso lo pago muy caro. No me gusta perder, y en tres años he perdido muchas batallas a un precio muy alto.

Ahora apenas si queda esperanza ni ilusión. Queda rencor, venganza, dolor, sangre. Queda un oficio, un saber hacer, un pundonor de esos que te obliga a luchar aunque te sepas muerto (en mi última oposición bastarda perdí hasta eso). Queda una cabeza que va a llevar al corazón adormecido de nuevo hasta el final, hasta que lleguemos o volvamos a nuestra cálida trinchera a curar heridas otra vez. Hasta Ulises, cuando tan cerca estaba de Ítaca, vencido por el sueño, la codicia hizo sucumbir a sus hombres y desataron el odre que contenía los vientos, volviendo a Eolia, donde Éolo lo maldijo. Tan cerca de Ítaca y ver cómo se escapa de entre tus dedos. No será mi primera vez.

Me aterra sufrir otra vez, fracasar otra vez cuando tanto empeño y esfuerzo puse, y cuando los hombres, y no mis merecimientos, me llevaron al fracaso. Será muy duro caer en este intento, pero ya va siendo hora de jugársela otra vez.

Me voy a mi trinchera. Lo voy a intentar. Y si caigo, al menos sabré que caí mientras me dirigía hacia Ítaca.

No hay comentarios: