Los secretos
He llegado hace un rato. Esta mañana ha muerto la fuente de alimentación del servidor de música de mi emisora de radio, y ha habido algo de nervios hasta que a las 9 menos cuarto lo he reparado. Luego claro, quedan 65 km. hasta llegar a mi trabajo, 45 minutos a 110 km/h que dan tiempo de oír algo de música.
Vengo oyendo a "Los secretos". Algo recurrente. Tengo casi todos sus discos (salvo los primeros, imposibles de encontrar ahora), y me machaco con ellos cuando la tristeza me asedia. Hoy oía el último disco, un directo sin el desaparecido Enrique, repasando canciones nuevas y viejas. Y alguna de estas últimas se ha ido infiltrando más y más en mi ajado corazón, en mi agujereado cerebro, y ha hecho aflorar viejos sueños y recuerdos de mis 18, 20 años, cuando soñaba con las calles de Madrid mojadas por la noche, con las mujeres, entonces jóvenes, que nunca conocí, y revivir todas las historias de desamor a las que cantaban Los Secretos. Nunca cumplí esos sueños, como muchos otros, pero hoy me ha asaltado la terrible certidumbre de que jamás se cumplirán. De que nunca tendré 18 años de nuevo; de que, aunque la vida me llevara a Madrid y me permitiera recorrer sus calles mojadas por la noche, ya no podré sentir de verdad ese temblor de esperar en la oscuridad a que salga tu chica del portal mientras susurras: "No me falles".
Brindo por los viejos sueños. Nunca se cumplieron, pero fueron buenos sueños.
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