lunes, 30 de mayo de 2005

Carta al rector (personal e intransferible de R. Magdalena)

Excelentísimo y magniífico señor rector de la Universidad de Valencia:

Me llamo Rafael Magdalena y soy PDI TC en el Departamento de Ingeniería Electrónica al que accedí a partir de un concurso público bajo la LRU y siguiendo una carrera iniciada en 1994 que pretendía satisfacer una vocación: la de investigar. No quería ser funcionario, como al parecer deseaban otros ayudantes. El mundo ha dado unas cuantas vueltas desde entonces.

Me prometieron muchas cosas, aunque ninguna de ellas por escrito, así que cuando todo este bebedero de patos se fue al garete, la universidad se lavó las manos como Pilatos y aquí paz y después gloria.

Yo, para variar y sin que sirva de precedente, no voy a pedirle nada. Es más, voy a ofrecerle.

No voy a pedirle nada porque no me ha gustado en mi vida pedir, porque nadie me prometió nada y nadie nunca me ha dado nada, porque un país o en una institución en la que hay que suplicar por lo que lo que es justo no dice nada bueno de él, porque tuvo varias ocasiones de hacer lo justo y no lo hizo, y por tanto nada indica que lo vaya hacer, y porque no se le debe pedir algo a quien es magnifico y excelentísimo, no sé si por méritos propios o porque lo exige a sus súbditos la ley.

Tampoco voy a pedirle cuentas, porque no se le puede pedir cuentas al rey o al maestro armero. Estuve un año en la UPV, y si volví a esta universidad menguada en la que estoy fue por una mezcla de lealtad y egoísmo que luego me salió mal. Yo sabía que la UPV era más justa que la UV; aún así, me arriesgué y perdí.

Y tampoco voy a pedirle que me haga funcionario, porque no es lo que pretendo ser en esta vida. Quería inbvestigar, algo demasiado osado en este país desgraciado, y elegí mal camino.

En fin, que yo aguanto lo que me toca.

Sé que no es nada personal, aunque usted mereciera bastante menos que elogios en esas conversaciones que hemos tenido personalmente. Simplemente yo estaba en las torres gemelas en el piso en el que impactó el avión. Nada personal, sólo pura mala suerte.

Por todas esas razones no le pido nada. Aunque le ofrezco mi apoyo.

Desde aquí apoyo públicamente al rector de la UV y declaro que, en la medida de mis parcas y humildes posibilidades, tiene mi apoyo para intentar hacer las cosas bien de una vez por todas. No quiero nada a cambio, pero sí le ofrezco la experiencia de los derrotados para que esto no vuelva a ocurrir.

Es más, le invito hasta a comer. El próximo sábado nos vamos de comida a mi casa, a robarle cerezas a mi padre. Vamos un puñado de ayudantes, y otros titulares con mejor suerte. Le ofrezco una tarde en el campo, rodeado de para usted conocidos, que no amigos, y que puede servir para mucho.

Lamentablemente, también tengo que informarle de que mi oferta tiene fecha de caducidad. Dentro de poco son las elecciones a rector, así que tendré que tomar partido por uno malo u otro peor, así que, ya sabe, me gustaría que se decidiera.

Y nada más, ya sabe que somos sus mercenarios, ya que usted, de una forma u otra, paga por nuestros servicios. Lo de la lealtad y el honor es un extra que no se puede comprar, sino ganar, así que usted decide.

Atentamente,


Rafa Magdalena

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