jueves, 9 de diciembre de 2004

La caseta de los camineros

No me he olvidado, ni he arriado mi bandera. Simplemente ha habido congresos,...
...puentes, días lánguidos que hemos dejado pasar. Pero seguimos en la brecha, un año más viejo, una raya más para el tigre.
Todos los días, cuando vengo a trabajar, tomo una carretera comarcal de las de antes, sin arcenes, dos carriles y un tráfico infernal. Llevo 4 años pasando todos los días. Ahora, el ayuntamiento de Burjasot ha decidido doblar la carretera y hacerla de 2 carriles para cada sentido. No es que el sentido común se haya impuesto y decidan hacer las cosas bien; más bien la especulación urbanística. Se ha construido mucho por allí, hay unos megacines y necesitan buenos accesos para vender.
¿Y por qué cuento este rollo? Porque a la orilla de esa carretera, en el último tramo que queda por doblar, hay una caseta de camineros. Casa, porque ya tiene algo de entidad. Estaba abandonada, desde aquellos tiempos en que la red de carreteras se mantenía por familias y gente que vivía en esas casas y conservaba las carreteras en perfecto estado de revista. Trozos de la historia reciente de España. Nuestras carreteras están aún plagadas de esas casas de peones camineros. Subsisten las que han quedado en vías que no se han ampliado, por desvíos, desidia u olvido. Y queda ésta. Sigue ahí, manteniendo su derecho a existir sobre 500 metros de carretera. Ya le han derribado el jardín trasero y el delantero (¿cómo se llamará ese terreno que hay ante la casa?). Pero la casa permanece allí, impasible el ademán.
Le queda poco de vida, me temo. Ciertamente es una casa algo inútil, y entorpece el progreso, como dirían muchos.
Pero duele. Duele como se borra la historia, la pequeña y consuetudinaria, y el esfuerzo de mucha gente durante muchos años, gente desconocida que con tanto esfuerzo, quizá vano, llevó este desgraciado país adelante.
Hoy va por la caseta de los camineros. Que el que tuvo, retuvo.

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