La misma historia
Todos los fines de semana son igual. Esa sensación de que podía haber logrado otra vida en la que estaría igual de amargado. Necesito un chute para el corazón, necesito la versión recíproca de "Alguien que cuide de mí", necesito soñar con que Christina Rosenvinge me cante esa canción al oído con la voz aterciopelada por el bourbon.
Pero dejándonos de toda esa melancolía crónica, esta semana pasada y la que entramos y alguna más estoy preparando documentación para que me renueven el contrato. Porque ahora, esa universidad tan justa como el rey Salomón en una de sus curdas de morapio, me exige un tribunal y un proyecto docente y una lección a sorteo y supongo que una sodomización para que me renueven un contrato laboral. En fin, el que paga manda, y esto no deja de ser una empresa mal llevada, así que si quiero seguir me toca bailar esta tarantela. Aparte de eso, sigue el mar de fondo, sigue la incertidumbre, esta situación en la que pierdes el tiempo a espuertas (a capazos se dice en mi tierra) y que te azoga las entrañas tiene más caras que no se pueden desvelar, aquí y ahora, por motivos de seguridad nacional; aunque me comprometo a hacerlo cuando todo haya pasado.
Pues aquí estoy, cometiendo a veces el error de hojear un librillo turístico de Escocia o viendo películas de Irlanda. "Demasiado para Gálvez". Necesito viajar durante mucho tiempo. Necesito hacer camino para llegar a Ítaca una vez más.
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