viernes, 23 de diciembre de 2005

Un frío que pela

Sigo aquí. Día 23, sin ser millonario y con prácticas hasta las 7 y media de la tarde. Es una larga y gloriosa tradición. Sigo enmarañado en el marasmo de los que vienen y los que se van, alojado en una noche toledana. Un frío que pela mientras veía los campos blancos de escarcha, de rosada, casi como de nieve, durante 20 kilómetros. con charcos llenos de cristales rotos.
Tengo muchas cosas que escribir, como ya os adelanté en la anterior entrada. Pero el miércoles no iba el servidor, y los días están cada vez más turbios y de nuevo necesito tiempo para ordenar mi alma, aunque esta vez sea porque demasiadas cosas ajenas a mi interios han cambiado y amenazan con sepultarme.
Pero estos días me llamó la atención la actitud de los políticos, esa plaga de langosta que está acabando eternamente con este país tan desgraciado. Con los fondos de la UE. 15 ó 20 años recibiendo dinero que trincaban los de siempre; despilfarrando, untando y disparando con pólvora de rey a diestro y siniestro sin pensar en el futuro. El futuro dura 4 años, según ellos, porque los pobres desgraciados, la fiel infantería jamás ha tenido futuro.
Pero lo que tenía que llegar ha llegado, y el grifo se cierra. No sólo eso: tenemos que empezar a contribuir. ¿Pero en qué puede contribuir esta inmensa casa de putas que a veces nos atrevemos a llamar España? No invertimos bien el dinero que vino del frío, y ahora nos vamos a quedar. Nosotros, porque los hijos de la gran puta siguen viviendo a cuerpo de rey.
Pero lo España no me sorprende, he vivido mucho tiempo aquí y sé la calidad del percal. Lo sorprendente ha sido el sentimiento general de la negociación de los fondos europeos. Algo que los científicos y la gente de bien sabemos es que la estrategia óptima para que un individuo sobreviva no es aquella que le beneficia, sino la que además beneficia al grupo. Algo de lo que parece que se han olvidado los gerifaltes europeos. Me han hecho creer que lo que les movía en esa negociación eran los egoísmos nacionales, y no la contrucción de una Europa. En una época en que la humanidad debía empezar a tomar conciencia como especie, como planeta, cada uno arrima el ascua a su sardina. Si tenían razón: lo hispano triunfa.

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