miércoles, 31 de mayo de 2006


En días como hoy, grises, tristes, lluviosos, con una maraña de imbéciles reclamando sus derechos, olvidando sus obligaciones, oyendo el canal celta de radiolibrealbemut, a uno le gustaría largarse a un lugar donde nadie le conozca, donde nadie le moleste, donde verdes colinas se adivinen entre la bruma y la suave llovizna

martes, 30 de mayo de 2006

Buscar Rafael Magdalena en Google



Me ha permitido recuperar muchos textos que creía ya perdidos, ya olvidados

Las máquinas no pueden escribir poesía

Las máquinas no sirven para engendrar poesía.
Y eso les duele.
Les duele que todavía
(y espero por nuestro bien que por siempre)
tengan vedado el campo de los sentimientos.
Así que se esfuerzan,
ayudados por los hombres sin alma.
Y transcriben,
copian,
corrigen,
pero no escriben.
Y eso les duele.
Les duele tanto que yo las he visto
(es cierto, las he visto)
llorar desconsoladamente con una casi tierna congoja.
Y aunque algunas canten,
y hablen,
y nos muestren imágenes que ni siquiera nuestra imaginación imagina,
no pueden escribir poesía.
Pero si algún día lo consiguen,
si ese día llega,
la lucha será terrible.
Armados de estilográficas,
llenos los tinteros,
emprenderemos una cruzada
inútil,
romántica
y sobre todo,
poética.
Y moriremos los últimos poetas
a golpes de folios, lápices y cuadernos,
sepultados por monitores, impresoras y altavoces.
Y nuestra epopeya la contarán
generación a generación,
bit a bit,
disco a disco,
de red en red.

Y eso,
eso les dolerá.

Hay una guerra ahí afuera

Hay una guerra ahí afuera.
La veo todas las noches, cuando cierro los ojos.
Hay una guerra ahí afuera.
En las almas. En los corazones.
Es una guerra sorda, sin estruendos, sin disparos;
una guerra sin ejércitos, sin generales.
Sin enemigos.

Hay una guerra ahí afuera;
emboscadas en los recodos de la vida,
trincheras cavadas en el corazón.
Trincheras enlodadas de sangre, sudor y lágrimas.

Hay una guerra ahí afuera.
La veo todos los días, en mis silencios,
en tus silencios.
La veo en las ilusiones moribundas,
las esperanzas maltrechas, los sueños rotos,
caminando derrotados
por trincheras enlodadas de sangre, sudor y lágrimas.
Hay una guerra ahí afuera.

Hay una guerra ahí afuera.
Es una guerra gris, triste como todas.
Una guerra terrible.
Una guerra con lluvia, con nieve, con viento, con frío.
Una guerra con heridas que no cierran,
con traiciones que hielan el alma, la vida.

Hay una guerra ahí afuera.
Una guerra perdida desde hace tiempo, desde su inicio.
Una guerra que teje su negra red de negros augurios.
Una guerra con Quijote y Sancho,
con honra sin barcos,
con el eterno vencido.
Hay una guerra ahí afuera
entre tu corazón y el mío.

4 de noviembre de 1997

En algún momento de este diario, cuando 1997 achaba a andar dije que iba a ser mi año. El tiempo pasó y, sinceramente, perdí toda esperanza. Quizá sea verdad que la hora más negra sea justo la de antes de amanecer, pero a primeros de septiembre todo se iba al garete, sobre todo en mi interior. Tenía ya escrita mi carta de rendición y sólo faltaba estampar la firma. El plazo se había cumplido.

El 11 de septiembre todo empezó a cambiar,tan rápidamente que ni yo mismo me lo creí. Incluso en las tinieblas que preludian el amancecer yo dudaba. Ahora uso gafas de sol. Tuve razón: 1997 es mi año.

Eso no significa nada. Es más: significa mucho. Sí, una contradicción semántica, que no lógica. Significa que me han prolongado el crédito, que la vida me da dos palmaditas en la espalda y me dice: "Vale, muchacho. No lo has hecho bien del todo, pero tampoco demasiado mal. En relidad no creía que alguien tan mediocre como tú llegara hasta aquí. Pero hace más el que quiere que el que puede. Te lo has ganado, pero no te lo creas. La próxima vez que nos veamos no será tan fácil"

O sea, que esto sólo ha mejorado para poder ir peor. Pero al menos hemos subido un poco más alto, hemos tomado aquella colina aunque son muchas y más altas las que desde aquí se columbran. Tenemos algo de tiempo, algo de experiencia y alguna herida. No hay que olvidarlo, no hay que olvidar nunca. uando percibas los aplausos del triunfo no olvides las risas que causaron tus caídas. No queda tiempo, vamos a empezar a prepararnos para la próxima embestida, que será peor.

Aunque ahora tenemos alguna ventaja. Ya conocemos el sabor amargo de la derrota y no nos gusta, aunque sabemos vivir con él si hace falta. La vida se va a arrpentir de habernos perdonado una vez. Se lo vamos a poner difícil la siguiente. "La próxima vez, no pienso fallar. Encontraré al hombre con seis dedos y le diré: Hola, me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. Prepárate a morir."

24 de julio de 1997

Cambio de planes. Esa parece la frase de mi vida. Las cosas no trancurrieron como esperaba. Oigo afuera el lento tabaleo de la lluvia sobre las hojas, cansino, yerto, melancólico, mientras el viento arrastra el aroma de la tormenta y la tierra mojada. Tengo suerte. No debía quejarme y sin embargo lo hago. Puede que sea injusto, pero me quejo.

Quizá la costumbre haga callo y las cosas duelen menos que antes, pero el tiempo sigue extendiendo la red que me atrapa día a día, cada vez la huída resulta más complicada y dolorosa y la soledad pesa como una losa en noches como ésta. En noches como ésta, lluviosas y tristes. "¿Desesperación o locura? -dijo Gandalf-. No desesperación, pues sólo desesperan aquellos que ven el fin más allá de toda duda. Nosotros no. Es sabiduría reconocer la necesidad, cuando todos los otros cursos han sido ya considerados, aunque pueda parecer locura a aquellos que se atan a falsas esperanzas. Bueno, ¡que la locura sea nuestro manto, un velo en los ojos del enemigo! Pues él es muy sagaz y mide las cosas con precisión, según la escala de su propia malicia" Vamos a pelear un poco más, sólo un poco, para llegar más allá. Esta vez la verdad, la derrota es severa y cruza mi rostro con sevicia. Un aviso muy serio, cada vez quedan menos cartuchos con los que hacerle frente.

Decía Jeremiah Jhonson que el día que te cansas es el día que pierdes. Y estoy muy, muy cansado.

5 de junio de 1997

Otra página. La anterior no tenía suficiente sabor ni personalidad. La página que ves en la actualidad vuelve a ser oscura y marchita. No hay demasiada esperanza que mantenga viva la llama. Aún así, no es tan drástica como su predecesora. En eso hemos ganado.
Y esto es mi diario. Es la crónica de una caída que todavía se prolonga en el infinito abismo de la vida. Y no hay nadie para detenerla. Eso es lo malo de caer. Durante la confección de esta página se van repasando los problemas que nos acechan como lobos. Poco a poco la pesadumbre deja paso a la rebeldía, al incorformismo, a esas ganas de pelear y de vencer las adversidades. Sopesando los errores y aciertos, velando nuestras inútiles armas, calculando la estrategia óptima. No importan los errores, estamos donde estamos y hay que mirar adelante. Cuando salgamos de ésta ya tendremos tiempo de mirar hacia atrás, quizás con ira, y nos recriminaremos por nuestros errores. Ahora simplemente no volver a cometer los mismos y pelear.
De todas formas siempre tengo en la punta de mis dedos esa inenarrable sensación de llegar a todos los sitios por caminos errados, por los más difíciles, pagando un precio alto por cada uno de los pasos dados y recibiendo heridas en el alma que brillan en la oscuridad, querida Mar, algunas heridas que no curan nunca, mi buen Frodo. Ahora todo el camino, el duro y largo camino recorrido a golpes de corazón y esperanza, termina en un lóbrego precipicio que se adentra en la oscuridad. No puedo retroceder. Si lo hiciera estos cuatro largos años serían mi tumba, mi condena, dejarían de tener sentido; dejarían de tener sentido esos precios tan altos pagados para llegar hasta aquí aunque sea de la forma que hemos llegado. Pero lo peor de todo sería que cobrarían sentido las palabras de algunas personas que jamás apostaron por mí, que, en su buena intención, aconsejaban no emprender el camino hacia Ítaca.
Eso sería lo peor.

Por eso no puedo volver

6 de mayo de 1997

Una nueva página. Esta vez sí. Cambian muchas cosas, todo ha cambiado. Tras la terrible tormenta un suave y tímido amanecer va llenando de una luz gris y tenue esta macilenta aurora. Hay mucho desencanto, mucha guerra a las espaldas que a duras penas se le encuentra sentido. Queda poca esperanza; ahora está sustituida por un puñado de reglas obtenidas a base de dolor que sirven para navegar en este proceloso océano. Se ha perdido mucha suavidad, mucha magia, mucho encanto. Una lástima pero es así. Lo que tenga que ser será, y hasta entonces a jugar las cuatro cartas que nos quedan como mejor podamos. Y quizá, mientras tanto, amanezca un nuevo sol que llene de luz estos días grises.
Ahora ese amargo sabor de la pírrica victoria sobre el Señor Oscuro nos acompaña fiero recordándonos los errores. Francamente estos días no he estado demasiado inspirado en la confección de estas páginas. Cuando las concebí, cuando las pensaba, las palabras eran bastante más bellas. La estética siempre quiere ser sencilla, poco recargada, lo esencial. A ver cómo prosigue esto. De todas formas, 1996 fue el primer año de mi vida al que le puse la etiqueta "para olvidar" y 1997 es mi año.

Algo va a ocurrir. Como volver a ser un niño.

9 de abril de 1997

Van remitiendo las horas bajas que poco tiempo atrás marcaron esta página de manera tan cruel e indeleble. Quizá ahora, en este momento, si las hiciese de nuevo, tendrían algún color más. Pero quiero dejarlas así por un tiempo, para que me recuerden mis errores y, en la medida de lo posible, eviten que caiga de nuevo en ellos. Sería imperdonable.

De todo esto quedan secuelas, eso es innegable. Por lo pronto queda un desencanto, que a veces y a escondidas raya en cinismo para con la vida. Una desesperanza inmensa, inconmensurable, que difícilmente se diluirá. Las heridas duelen intensamente muchas noches. Que todo es apacentarse de viento. Que nada vale la pena.

Simplemente seguimos caminando, peleando, luchando porque es lo correcto.

Hasta pronto. Porque no todos los silencios ni todas las lágrimas son malos.

13 de marzo de 1997

Cierto es que no esperaba estar aquí tan tarde. Pero así ha sido y ya no hay nada que hacer. De nuevo vuelvo a este púlpito que yo me he construido para gritarle al mundo. Ya no me queda otro consuelo. Esperaba, y al decir esperaba me obligo a reconocer que albergaba en lo más recóndito de mi ser alguna esperanza, esperaba como decía dar aquí alguna noticia buena, esperaba que el infierno se desatase sobre mi cabeza para llevarme a un lugar mejor, una especie de purgatorio. Subestimé mi mala estrella.

Ya no podía sufrir el corazón porque no sufre lo que está muerto, ya no podía perder la esperanza porque nada pierde aquel que nada ya le queda. Aún así, la vida apunta y dispara con macabra puntería y de nuevo un estremecimiento de lo poco, lo nada que queda, un sentimiento de que la oscuridad es infinita, que no hay estrellas en mis noches ni soles en mis auroras, que el camino sigue tan duro como el primer día, que la tregua no existe, que la justicia no existe, que la vida es dolor, que la vida duele en todas y cada una de sus esquinas.

Poco queda ya, dice uno desde la trinchera donde se guarece mientras carga doce balas en sus revólveres con la firme resolución de darle por el saco a esta grandísima hija de puta que es la vida. Me sacarás de aquí con los pies por delante, por tus muertos. Sólo queda eso, plantarle cara a la vida con el poco valor y toda la resolución que nos queda, teniendo la certeza de que lo hacemos bien, lo mejor que podemos, y que algún día, en alguna parte, algo saldrá bien.

Mientras tanto, caminaremos en tinieblas soñando con estrellas.

7 de febrero de 1997

Éstas son las primeras líneas que escribo en mi diario. En primer lugar disculparme por estas páginas ante aquellos que las lean y puedan importarles algo . Deliberadamente todas carecen de color, todas son en blanco y negro (salvo una honrosa excepción) y pretenden ser páginas tristes y sombrías. Espero haberlo conseguido. Tenía muchas cosas pensadas para poner aquí cuando llegara este momento, pero ahora o no se me ocurren o no me parecen de lo más adecuadas.

La cuestión es que últimamente lo veo todo demasiado negro, y he decidido reflejarlo aquí. Quizá sea una especie de protesta ante este mundo, tal vez rebeldía o rabia porque ya hace demasiado tiempo que no sale una sola cosa bien, y que cuando más débil estás, cuando más necesitas meter tu nave en un puerto seguro para reparar las heridas que la vida te abrió en las últimas andanadas, entonces avistas velas en el horizonte y largas todo el trapo que le queda a tu desarbolado barco con la vana esperanza de ganar algo de tiempo para plantarles cara. Porque sabes que no puedes huir, que te darán caza tarde o temprano, que puedes alejarte de lo que corre tras de ti, pero no de aquello que corre dentro de ti.

Y mientras tanto maldices a la vida por jugar sucio una detrás de otra, por exigirte todo cuando ya ha acabado de molerte a palos, porque da igual que lo intentes con toda tu buena voluntad: siempre acaba por salir mal; esa maldita impresión de llegar a los sitios por camino errados, de hacer las cosas del modo más difícil.

Por ahora nada más. Cuando el corazón desfallece la cabeza debe tomar las riendas de toda la situación y dictar normas precisas y estrictas para mantener a flote lo que queda del barco. De lo contrario se corre el peligro de pasar al otro lado.
Y no me gustaría volver allí

Némesis

Ciero los controles. El indicador de presión trepa hacia su valor crítico y las cifras bailan su danza macabra: 1978, 1979, 1980... No puedo oír las voces de mis compañeros, pero sé que blasfeman, lloran y reniegan de mí. La vida es dura. El ordenador está calculando la secuencia de escape. Tomás está garrapateando algo sobre el vidrio, con los ojos desencajados. No es forma de morir, no con un insulto. La vida es dura, tanto para ellos como para mí. Más dura para mí, que quizás lleve sobre mi conciencia sus muertes, quizás ya la llevo, incluso antes de que mueran. No me atrevo a mirarles a las caras, pero lo hago porque es mi deber. Faltan 30 segundos para alcanzar la presión de disparo, voy robando oxígeno mientras ellos van cayendo en un sopor deforme, abotargado. Sus miembros se mueven, dejan de moverse, se mueven... 2082, 2083, 2084. Una sacudida y apenas un par de luces titilantes indican que el módulo se separa. Ahí quedan. Ahora tengo tiempo para pensar qué explicación dar cuando llegue a la Tierra. Quizá, con un poco de suerte, tenga todo el tiempo del universo

(Este no quedó finalista)

2084

El alcalde levantó orgulloso su bastón, y declamó con voz pausada: "Hace 100 años que George Orwell previó una sociedad corrupta, decrépita y fatua. Hoy, en este 2 de enero de 2084, somos capaces de decir que se equivocó. Contra todo pronóstico, hemos logrado superar las crisis y despojarnos de los lastres onerosos que gravaban nuestro futuro. La sociedad, tal y como la conocemos, es la perfección de la utopía. Deseo intensamente que G. O. pudiera levantar su mortal cabeza para ver cuán equivocado estaba, cuán equivocada estaba su raza. Ciudadanos: larga vida a las máquinas." Los robots prorrumpieron en una algarabía de ruidos y pitidos, mientras se descubría la estatua de George Orwell, tributo al último espécimen de la raza humana fallecido en cautividad.

(Este microrrelato quedó entre los últimos 5 finalistas en un premio del periódico "El mundo" que homenajeaba a George Orwell en el centenario de su nacimiento)

Día de transición, sin saber qué poner, qué hacer, esperando que todo pase y todo acabe.

lunes, 29 de mayo de 2006

Hoy es uno de esos días en los que abandonaría de un puta vez por todas y me rendiría, sin honores.

Fortuna audaces iuvat, qué gran mentira. La Historia sólo recuerda a aquellos audaces que triunfaron, olvida a quienes fracasaron y los llama temerarios, o incluso locos. Es más fácil ser cobarde, ser valiente demasiado caro, y tener principios es comulgar con ruejos de molino.

viernes, 26 de mayo de 2006

"El método más seguro de permanecer pobre es, sin duda, ser una persona franca." Napoleón Bonaparte

Dado que los planes me han salido mal, voy anclando tablas de salvación para cuando todo se venga abajo. Laboralmente, dada la hermosa defección que esta universidad me brinda, voy montando empresas para refugiarme cuando el vendaval arrecie.

Primero fue una emisora de radio, luego venta de ordenadores y ahora consultoría informática. Pero esto de ser misántropo y tener principios no es demasiado compatible con las empresas. Odio hablar con la gente, odio las prácticas habituales de las empresas, estoy hasta las narices de los imbéciles. Somos cinco socios, pero no dispongo de interfaz con el usuario, ojalá alguno actuara de entorno gráfico mientras yo me dedico a procesar, procesar, procesar. Incluso redacté los principios de mi empresa. Pero ya me lo dijo Napoleón.

Hace 200 años.


miércoles, 24 de mayo de 2006

En fin

A veces los días te empiezan a pesar, y no es que pesen los días sino las penas y los errores. Como de costumbre, esta universidad, de hoy para mañana, me exige que le comunique si quiero que en septiembre mi plaza salga a concurso público. Como pago a los 12 años de servicios prestados, esta universidad saca una plaza de contrato (que no de funcionario) a concurso público, para que todo el mundo pueda acceder a ella. Me exige, para un triste contrato de 5 años, la defensa de mi curriculum , un proyecto docente y la exposición de un tema a sorteo ante un tribunal de 5 personas, no todas ellas amigas.

Había una frase que no recuerdo de latín de segundo, que decía que siempre veías a las personas más desgraciadas en las situaciones más apuradas. Por un contrato por el que cobraré menos que en la empresa privada tengo que poner mi plaza a la venta pública y en manos de un tribunal que no siempre tiene por qué ser justo.

Todo esto ya empieza a pesar. Un poco en confidencia, tras 6 años en esta universidad eché mis cuentas y mis riesgos. Para el 2004, tras 7 años y medio de contrato, sería titular. Eso significaba un buen sueldo (no sé lo que cobra un titular, puede que unos 1800 o 2000 euros) y algo de tranquilidad de espíritu. Entonces me dedicaría a investigar hasta eso de los 45 años, en donde internamente colgaría los hábitos y me dedicaría un poco a mí mismo. Pero todo salió mal, y aquí estoy aún sin plaza fija, teniendo que asegurar día tras día este tan ingrato entorno de trabajo.

Así que ya todo empieza a importarme un carajo. Mi puesto de trabajo, vamos. Sigo intentando hacer las cosas bien, por pundonor, pero me da igual que me tiren, me da igual irme. Estoy bastanto harto.

Quizá hoy por eso, por la incertidumbre, por no saber cuánto hay de mala suerte y cuánto de error, de negligencia, se me ha hecho un nudo en el estómago cuando de nuevo hay que saltar otra vez sin red. Tanto esfuerzo, tanta ilusión empeñada para tan poco. Nada vale la pena. Y menos esto.

Hoy no puedo dar clase. Voy a pasar las encuestas.

martes, 23 de mayo de 2006

Decisión

El lunes 29 le echo un par de cojones a todo esto, de una vez por todas. Durante 8 años. Por mis muertos. Ya está bien de quejarse y pelear con tibieza. Alguien se va enterar de una vez por todas, o ellos o yo.

Ya estoy harto de darme tiempo. A fin de cuentas, nunca pasa nada. Pero en una semana acaban las clases y tendré que empezar a demostrar algo. Aunque nunca nada vale la pena ya. Me hago viejo para esto.

viernes, 19 de mayo de 2006

3x105

Hoy mi coche alcanza los 300.000 km en su cuentakilómetros. Como doy clase en ingeniería, esta entrada se la dedico a los ingenieros.

La de c sólo tenía gracia para físicos

jueves, 18 de mayo de 2006

Que os follen

Están ahí al lado, los colegas. Un poco locos de atar, como cualquiera que quiera sobrevivir con algo de dignidad en estos tiempos tan extraños. He estado vagando por su blog, como ellos por el mío, supongo. Las bitácoras hacen extraños compañeros de cama, aunque lo mejor es que no tienes por qué acostarte con ellos. Si fuera con ellas...

Pero eso. ya me gustaría saber la mitad de lo que saben ellos, aunque por otro lado me gustaría saber la mitad de lo que he olvidado, o la mitad de lo que no sé, o la mitad de lo que no sé, incluso la mitad de lo que sé, porque estoy en ese puntito de equilibro inestable en el cual si fuera un pelín más tonto sería ya completamente feliz, Qué envidia me tengo.

En fin, que les vaya bien. Los iremos leyendo poco a poco, en medio de esta tormenta de soledad y desesperación que nos azota fiera. A ver si de verdad nos follan, como propugnan ellos, de una vez por todas y bien, que algunos necesitamos profesionales del folleteo que nos den un repaso. O al mejor no se refieren a eso...Quizá podían haber dicho "Idos todos a tomar por el culo". Me hubiese quedado más claro. O no.

miércoles, 17 de mayo de 2006

Cansado de esperar el fin (de las clases, al menos)

martes, 16 de mayo de 2006

c

La velocidad de la luz en el vacío. 299.792 Km en un segundo. He tardado 8 años, 5 meses y 23 días en recorrerlos con mi coche. 8 años y medio para recorrer lo que a la luz le cuesta un segundo. En ocho años y medio han pasado muchas cosas, demasiadas, para estar lejos de cualquier sitio. Pero mi coche, ese viejo cascarrabias que aún sigue ahí, ha alcanzado a la luz. Nos queda bastante para llegar a Alfa de Centauro, pero ¿por qué no?

Mi coche se ha ganado un adhesivo, algo alegórico, un relámpago, una C, una bombilla, el primer adhesivo en el costado de la máquina del Barón Rojo. Vamos a por la segunda.

lunes, 15 de mayo de 2006

Sueños bastardos

De vez en cuando uno se queda a solas, en un laboratorio abarrotado de alumnos, ensimismado. Reflexiona acerca de adonde está, de adonde le gustaría haber llegado.

Paso por delante del laboratorio de Física Cuántica, y rememoro algún que otro porqué. Yo soy físico, por afición, devoción, vocación y casi profesión. Yo soñaba con ser físico teórico o astrofísico, e investigar en una universidad, hacer cosas grandes.

Pero llegó un momento, en 3º, en que tuve que elegir la especialidad. Teóricas o electrónica e informática. Había que comer, y uno tiene que ser consciente de sus limitaciones. Cogí el camino fácil. Gracias a ello conseguí volver, dos años después de acabar la carrera, a la Facultad de Físicas, y ser profesor aquí e investigar, aunque poco y mal. Qué paradoja. Si hubiese seguido mi sueño ahora sería profesor de instituto o a saber qué, pero no estaría en la universidad. Era demasiado mediocre y había muchos y muy buenos candidatos. Seguir esa especialidad bastarda, que ni amaba ni amo, me permite estar aquí, me permite cumplir un sueño aproximado, bastardo, paralelo.

No sé si acabaré aquí, se me acaban las fuerzas y esto no ofrece consuelo alguno. Yo tengo mi Ítaca particular, y planeaba a esta edad quitar trapo y descansar un poco. Pero la vida me ha enseñado que eso es imposible, y en su lugar no hago más que largar y largar más trapo cada día, pelear más y más para no llegar a ningún sitio, perseguir un navío inalcanzable. Hasta que se rompa el palo mayor o me rinda y abandone. Pero, ¿qué otra cosa podemos hacer?

domingo, 14 de mayo de 2006

Necesito una dosis de esperanza en vena, de ilusión en vena, de amor en vena. El tratamiento sintomático a medio plazo tiene serias deficiencias

viernes, 12 de mayo de 2006

Cóctel de mujeres

No sé qué ministra, o vicepresidenta, o qué coño (nunca mejor dicho) ha dado un cóctel (¿por qué no ágape, o adiafa?) en honor de la presidenta de Bolivia. Así que he pensado dos cosas.

La primera es cuánta tontería. Cuanto gilipollas e imbécil preocupado por salir en la foto, por hacer fiestecitas, por posar en la veranda mientras la infantería de este país rumia y pasta ajena al mercachifle. Cuánto imbécil por metro cuadrado, cuánto inútil gobernando y gobernado. Cuánto irresponsable, arriba y abajo, preocupado por soplapolleces. Pero lo peor es que si alguien dice esto, o alguna decide no ir a esa reunión y quedarse en su trabajo haciendo lo que debe o tocándose sus partes, si alguien no se pliega ante la inutilidad establecida, pronto es execrado, estigmatizado y apartado como un leproso que podría contagíarnos el sentido común y la decencia. Hasta ahí podíamos llegar.

Así nos va, como puta por rastrojos, sea la puta hombre o mujer.

Y la segunda es ese feminismo de salón que exige igualdad absoluta, discriminación positiva (como inteligencia militar, u honradez política), aunque para ello tenga que poner a hombres o mujeres por delante de mujeres u hombres mejor preparados para desempeñar esa labor. Esas feministas que se rasgan las vestidurasy exigen que las mujeres puedan estar en procesiones o asociaciones tradicionalmente masculinas, pero que ahora hacen un cóctel sólo para mujeres. Supongo que los hombres, si los había, sería los camareros.

Este país es cojonudo, pero a fin de cuentas, tenemos lo que nos merecemos. Si quisiéramos o mereciéramos otra cosa, habríamos salido a la calle y pedido cuentas a todos estos gilipollas. Y gilipollos

jueves, 11 de mayo de 2006

Auxilio social

Ayer vi en la televisión a una enfermera que actuaba como testigo en el caso de la doctora que echó el agua por la última tabla y acuchilló a unos cuantos en Madrid. Dicha señora estaba tres años en tratamiento, y allí estaba llorando, hecha un guiñapo y gritando que era una falta de respeto, que quería verle la cara a la asesina, etc. etc.

Hemos perdido totalmente el norte, y la culpa es de la sociedad hipócrita y farisea.


Nuestro estado del bienestar ha podido, en cierta manera, suavizar los sinsabores cotidianos e ilusoriamente garantizar nuestra indemnización cuando algo va mal. Y cuando algo va mal, exigimos que alguien nos pague, que seamos mimados y tenemos derechos a deprimirnos y a dejar de ser útiles mientras la sociedad nos acuna. A todos nos parece bien, y la sociedad exige y fomenta eso.

Pero se ha perdido la perspectiva. En la vida nadie en su sano juicio garantiza nada. De vez en cuando la vida sale por peteneras y toma lo que es suyo, y la desgracia nos golpea como lo ha hecho desde que éramos amebas flotando en el mar primigenio. El problema grave es que no estamos preparados para asumirlo, creemos que la sociedad y el estado debía haber impedido tal desgracia y ahora pagar por ella. Hasta hace bien poco la vida se tomaba con más resignación, con más filosofía y con más consciencia de que un soplo de Noto podía barrernos y no pasaba nada. Era lo normal, y lo sigue siendo aunque no queramos. El mundo gira y girará con y sin nosotros, y le importamos un pito. Mientras no te toque, disfruta, y cuando te toca, te ha tocado, qué se le va a hacer. Esto es algo bueno que tenían los católicos, sin llevarlo a ningún extremo.

Pero ahora, cuando nos toca, que es lo más normal del mundo porque a esa lotería estamos todos suscritos, nos quedamos con cara de tontos exclamando ¿por qué? y esperando que psicólogos de guardia nos digan: "esto es así, te costará recuperarte, patatín patatán". Pero esto no es así. O aprendemos que somos carne de cañón y lo asumimos, o cuando la cosa se ponga fea, como por ejemplo con la gripe del pollo, cuando nos afecte cualquier catástrofe (desgracia que escapa al control del hombre) lo vamos a pasar muy mal, porque no estamos preparados.

Somos gilipollas

miércoles, 10 de mayo de 2006

Envejeciendo sin dignidad

"A veces llega un momento que te haces viejo de repente, sin arrugas en la frente pero con ganas de morir..."

Eso decían los Celtas Cortos y ahora, quién me lo iba a decir, empiezo a notar en mis propias carnes esos escalofríos que te entran cuando empiezas a tomar conciencia de que tus trenes han pasado, de que hay un tiempo para plantar y otro para arrancar lo plantado. De que todos tus sueños y quimeras y esperanzas que no alcanzaste se han alejado tanto, en el tiempo, en el espacio, en el corazón, que son inalcanzables. Incluso estando a tu lado, los sueños, los de entonces, ya no son los mismos. Ya no hay esperanza ni ilusión para pelear por ellos.

Lo único bueno de todo esto, si es que lo es realmente, es que tengo la conciencia tranquila y el alma preparada para la rendición; para hacer acopio de esperanzas en la trinchera y defenderme cuando llegue lo inexorable. Aún quedan ganas de luchar, y la sensación de que sé hacerlo como el mejor. Simplemente ahora han perdido sin valor esas cuentas doradas que en mi pasado tanto ansié.

Me hago viejo, y ahora quiero empezar a poner mi alma en paz.

martes, 9 de mayo de 2006

37 años, y todavía no comprendo qué demonios hago pasando frío en el Infierno

lunes, 8 de mayo de 2006

Seda y hierro

Se llamaba Carlota. Se llamaba porque ocurrió en mi pasado, y hace ya nueve años largos que no sé nada de ella.

Lamentablemente me conoció cuando yo era más joven, totalmente inexperto, un kamikaze enamorado. Cometí muchos, demasiados errores, y causé tanto dolor que hay noches en las que recuerdo y reniego de mí.

Entonces yo no era yo. Tampoco yo soy ahora el yo que esperaba ser. A mis 37 años ya estoy empezando a aceptar que he fracasado, que no he llegado a donde pretendía y no llegaré nunca, la situación no tiene visos de cambiar, a mejor al menos.

Pero en aquel tiempo yo todavía estaba más lejos aún de ese yo. En mi descargo aduzco que no hice nada con mala fe, pero eso no me exime de los crímenes que cometí.

Ella era una mujer dura y dulce, maravillosa y madura, seda y hierro, que me llevaba mucha vida de ventaja, y no tuvo por qué aguantar a un niñato inmaduro que derrapaba de arcén a arcén. Aún así, hice cosas por ella que nadie sabe, que nadie sabrá a no ser que las partes interesadas lo soliciten y que no pienso contar aquí. Pero nada valió de nada.

No sé lo que hubiera sido de nosotros, de mí. Es tarde y no hay lugar ni tiempo ni vida, porque ya todo acabó, con dolor y por mi culpa. Sólo me queda como consuelo que en este viaje no estoy solo, y tengo otra mujer de seda y hierro.

Por eso a veces me gustaría pedirle perdón.

Seda y hierro (Antonio Vega)

Sigo en silencio su respiración
acompasando los latidos de dos corazones.
Nunca le han faltado a nuestro amor
para estar vivo razones.

El mismo sueño nos llevó a los dos
en esa hora en que las noches y los días
se prestan uno a otro oscuridad y luz,
verdad y mentira
Donde las haya tenaz,
mujer de cartas boca arriba,
siempre dispuesta a entregar
antes que sus armas su vida.
Mujer hecha de algodón
de seda, de hierro puro;
quisiera que mi mano fuera la mano que talló tu pecho blando en material tan duro.

viernes, 5 de mayo de 2006

¡Dios mío! Está lleno de estrellas

Hay días en que un chaparrón de metralla chapotea sobre el barro de la escarpa, y cada vez que asomas la cabeza sigue la granizada y no avanzas y a duras penas subsistes. Las noches se eternizan y las pesadillas acaban con toda esperanza.
Pero de nuevo amanece, y a la luz de esa aurora tímida todo vuelve a ser lo de antes, y agradeces a aquellos que te han echado una mano en medio de la tormenta.

miércoles, 3 de mayo de 2006

Arena en el engranaje

Como una norma de supervivencia, de evolución, uno acaba aceptando el sistema, obedeciendo esa sarta de reglas injustas, impuestas a base de tiranía y egoísmo, y consigue pervivir en este mundo un día tras otro. No es una mala solución, y al parecer es una de las pocas, si no la única que funciona. Uno acepta las normas, por injustas e inicuas que sean, comulga con ruejos de molino y sobrevive, rengando cada noche de sus principios, que se agostan junto a la lumbre.

Pero no hay que perder la esperanza, no hay que tirar los principios. Todo puede cambiar y ser más justo, y si no lo hace es porque no le hemos intentado bastante. Tenemos que seguir luchando en nuestro fuero interno, seguir siendo esas tuercas, esa metralla que vagabundea por dentro de esta temible maquinaria, con la esperanza de que alguna vez podamos hacer saltar todo por los aires. Los engranajes nos trituran casi siempre, pero quizá alguna aurora vea nacer un mulo, un mutante que cambiará todo esto, para bien o para mal, pero cambio al fin y al cabo.

Nunca hay que perder la esperanza de poder ser arena en el engranaje.

martes, 2 de mayo de 2006

¡Ufffffffffffffffff!