jueves, 30 de marzo de 2006

Esperando a que acabe la semana y algo nos salve, transitoriamente, hasta el siguiente lunes, hasta la siguiente muesca en el tambor de ese tétrico revolver que es la vida de los tristes

miércoles, 29 de marzo de 2006

Marzo, marcero, ya no te tengo miedo

Tres días que me quedan a mí y dos que le quitaré a abril, te voy a hacer meter las ovejas en el paril.

Y lo hizo.

martes, 28 de marzo de 2006

Desde contrapelo

La hoguera apenas si consigue arrancar unas astillas a la negra noche. En esa Cima de los Vientos, en ese Amon Sùl que a todos puede y que doblega sin piedad a los corazones más intrépidos, tres siluetas se mueven fantasmagóricas, movidas por las sombras huidizas de la lumbre.
El camino ha sido largo, fragoso. La noche ha dejado caer su lúgubre manto sobre todo aquello que tiene vida o siente dolor.
-Cubrámonos, que hoy la noche viene fría.
-Como todas, mi buen amigo. Eso no es novedad en estos tiempos oscuros.
-Aún así, estamos aquí y esperemos estar mañana para afrontar lo que depare el nuevo día.
-Ya no hay nuevos días. Ya no amanece más para los bastardos de la derrota, para esa tropa abandonada que todavía conserva el pundonor y sobrelleva la deshonra, para la fiel infantería que contiene los embates de la vida a golpe de resignación. "Felices aquellos a los que fue dado caer a los pies de las murallas de Troya, a la vista de sus padres". Nuestra condena nunca será fácil.
Errantes espíritus son aquellos a los que escuchamos amparados en la oscuridad, curtidos por toda clase de desgracias y avatares, hechos a cellisca y a viento y a canículas. Aún así, los corazones encuentran esperanza suficiente como para entonar la melodia de una vieja canción que reconforta cuando el alma necesita sosiego y algo de reposo.
-¡Cuidado! Alguien sube.
El acero susurra sibilante y cimbrea la cuerda mientras el arco se tensa.
-Seguid silbando, que no sospeche. Aunque sube trabajosamente. No parece que nos aceche y amenace, sino más bien que busque refugio.
.Camino duro ha elegido para llegar a ninguna parte.
-Los caminos no se eligen. Tampoco nos eligen ellos, la vida los pone ante nuestra puerta y los tomamos, sin saber dónde acabaremos. No culpes a los hombres por los caminos que tomaron, sino por cómo los caminaron.
-Relajad vuestras armas. Amigo o enemigo, necesitará recuperar el resuello. Que la vida sea injusta no significa que nosotros debamos serlo. Seamos caballeros y recibamoslo como quien es: un caminante fatigado que ansía una luz en la inhóspita noche. Después, la Fortuna dirá si compartimos camino o medimos los aceros. Hasta entonces...

lunes, 27 de marzo de 2006

Tras afrontar lo que dijo Flint, hoy me es muy difícil. imposible escribir algo que valga la pena

viernes, 24 de marzo de 2006

Días de perros

Ya casi acaba esta semana, en la cual anduve con el Norte perdido durante buena parte de ella. Han pasado muchas cosas, la más importante según los medios es la tregua de ETA (¿Algunos de estos gilipollas sabe lo que es un alto el fuego? Aunque al final la RAE se ha bajado los pantalones, algo muy común en estos tiempos donde todo ya ha perdido lo poco que conservaba. Al final, le voy a dar la razón a la Iglesia RCA). Yo me la he tomado con todo el cinismo del que soy capaz. Me importa un pito. Simplemente los políticos no me hacen perder la fe en la raza humana.

Yo sigo más descentrado todavía si cabe. Me gustaría hacer un mapa de mi vida, reflejar sobre papel todos los territorios que gané, perdí, que ahora conservo. Las indefinidas fronteras, los extensos yermos e implacables desiertos que tachonan esa orografía imposible, esa geografía imaginaria de las hormigas de Cortázar. No sé si podré hacerlo, y no porque no sea capaz de imaginarlo, sino porque no sabré plasmar dobre el papel, sobre la pantalla, lo que llevo en mi cabeza.

Tras esta semana de hundimiento generalizado se va haciendo la calma, la noche tenebrosa se desvanece con una tenue luz que la aurora arroja como una piedra contra mi conciencia aletargada. Renace un atisbo de esperanza, un presentimiento de que vamos a llegar a algún sitio y de que no todo puede salir tan mal durante tanto tiempo. De nuevo hemos encontrado, he construido razones para seguir luchando.

jueves, 23 de marzo de 2006

Cerrado por derribo II









(Introducción)
Este adiós, no maquilla un "hasta luego",
este nunca, no esconde un "ojalá",
estas cenizas, no juegan con fuego,
este ciego, no mira para atrás.

Este notario firma lo que escribo,
esta letra no la protestaré,
ahórrate el acuse de recibo
estas vísperas, son las de después.

A este ruido, tan huérfano de padre
no voy a permitirle que taladre
un corazón, podrido de latir
este pez ya no muere por tu boca
este loco se va con otra loca
estos ojos no lloran más por ti.


Esta sala de espera sin esperanza,
estas pilas de un timbre que se secó,
este helado de fresa de la venganza,
esta empresa de mudanzas,
con los muebles del amor.

Esta campana muda en el campanario,
esta mitad partida por la mitad,
estos besos de Judas, este calvario,
este look de presidiario,
esta cura de humildad.

Este cambio de acera de tus caderas,
estas ganas de nada, menos de ti,
este arrabal sin grillos en primavera,
ni espaldas con cremallera,
ni anillos de presumir.

Esta casita de muñecas de alcana,
este racimo de pétalos de sal,
este huracán sin ojo que lo gobierne,
este jueves, este viernes,
y el miércoles que vendrá.

No abuses de mi inspiración,
no acuses a mi corazón
tan maltrecho y ajado
que está cerrado por derribo.
Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son
los últimos versos que te escribo,
para decir "condios" a los dos
nos sobran los motivos.


Este museo de arcángeles disecados,
este perro andaluz sin domesticar,
este trono de príncipe destronado,
esta espina de pescado,
esta ruina de Don Juan.

Esta lágrima de hombre de las cavernas,
esta horma del zapato de barbazul,
que poco rato dura la vida eterna,
por el túnel de tus piernas,
entre Córdoba y Maipú.

Esta guitarra cínica y dolorida,
con su terco knock knockin' on heaven's door,
estos labios que saben a despedida,
a vinagre en las heridas
a pañuelo de estación.

Este Land Rover aparcado en tu puerta,
la rueca de Penélope en el Luna Park,
estos dedos que sueñan que te desnudan,
esta caracola viuda
sin la pianola del mar.

No abuses de mi inspiración,
no acuses a mi corazón
tan maltrecho y ajado
que está cerrado por derribo.
Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son
los últimos versos que te escribo,
para decir "condios" a los dos
nos sobran los motivos.



Cerrado por derribo




Este bálsamo no cura cicatrices,
esta rumbita no sabe enamorar,
este rosario de cuentas infelices
calla más de lo que dice
pero dice la verdad.

Este almacén de sábanas que no arden,
este teléfono sin contestador,
la llamaré mañana, hoy se me hizo tarde,
esta forma tan cobarde
de no decirnos que no.

Este contigo, este sin ti tan amargo,
este reloj de arena del arenal,
esta huelga de besos, este letargo,
estos pantalones largos
para el viejo Peter Pan.

Esta cómoda sin braguitas de Zara,
el tour del Soho desde un rojo autobús,
estos ojos que no miden ni comparan
ni se olvidan de tu cara
ni se acuerdan de tu cruz.

No abuses de mi inspiración,
no acuses a mi corazón
tan maltrecho y ajado
que está cerrado por derribo.
Por las arrugas de mi voz
se filtra la desolación
de saber que estos son
los últimos versos que te escribo,
para decir "condios" a los dos
nos sobran los motivos.


Esta paya tan lejos de su gitano,
este penal del Puerto sin vis-a-vis,
esta guerra civil, este mano a mano,
estos moros y cristianos,
este muro de Berlín.

Este virus que no muere ni nos mata,
esta amnesia en el cielo del paladar,
la limusina del polvo por Manhattan,
el invierno en Mar del Plata,
los versos del Capitán.

Este hacerse mayor sin delicadeza,
esta espalda mojada de moscatel,
este valle de fábricas de tristeza,
esta espuma de certeza,
esta colmena sin miel.

Este borrón de sangre y de tinta china,
este baño sin rimmel ni nembutal,
estos huesos que vuelven de la oficina,
dentro de una gabardina
con manchas de soledad.

miércoles, 22 de marzo de 2006

ya todo está perdido

martes, 21 de marzo de 2006

Joser, cuando todo va mal, todo va mal. Es lo que tiene estar desenfocado.

Vámonos. Yo ya estoy viejo y cansado.

Acabo de poner a Reverte. Hay que reconocer que reverte y las canciones ayudan, de vez en cuando, a ir llenando este blog que a veces tan solitario se encuentra.

Pero no puedo evitar, cuando leo algo o a alguien que me gusta, sentir esa envidia sana (nunca he creído que existiese la envidia sana) por aquéllos capaces de encontrar las palabras, el tiempo, la voluntad y la perseverancia para escribir, para moldear el lenguaje, para trnasmitir de manera inequívoca lo que quieren expresar.

Otro ripio más, que todos hacen pared, aunque en este caso sea el muro que se va alzando implacable entre mis sueños y yo. Cuando la avalancha no cesa, cuando ya se han abierto tantos frentes, algunos por decisión propia, otros porque a veces la vida se desfonda por las costuras y te golpea con saña, uno sólo piensa en huir, mientras dispara ya sin orden ni concierto a todo aquello que se mueve.

En fin, que espero que vengan días mejores, porque a este paso no llegamos a ningún sitio.

La fiel infantería

ARTURO PÉREZ-REVERTE | El Semanal | 1992

La rendición de Breda, por Diego Velázquez.

Aún no se había inventado la fotografía; pero aquel tipo, Velázquez, recogió el momento. Estábamos allí, engalanados como para el Corpus, y a lo lejos Breda estaba en llamas. La verdad es que nos habíamos ganado a pulso el asunto, después de ocho meses dale que te pego, tragando miseria en los parapetos; cavando trincheras, zapa va y zapa viene, con los holandeses haciendo salidas y acuchillándonos en cuanto cerrábamos un ojo. Pero allá ondeaba, en el campanario, el lienzo blanco, grande como una sábana. Al final les habíamos roto el espinazo.

Nos alinearon en el centro, capitanes delante, guardia de piqueros y mosquetes a la derecha, más o menos en orden, aupándonos sobre la punta de los pies para verle la jeta a los holandeses. El capitán Urbieta nos puso en las filas delanteras a los que teníamos la ropa menos harapienta, empeñado como estaba en que impresionásemos al enemigo con nuestra marcial apariencia. La revista de la mañana había sido un calvario: diez azotes por cada falta de aseo y descuido en la vestimenta. Como dijo Antonio Muñoz, mi paisano, para qué puñetas queremos impresionarlos más, capitán, después de que los hemos fastidiado así de bien, que hasta se rinden, los herejes. Si eso no es impresionar a esos hideputas, que baje Cristo y lo vea. Y Urbieta, la mano en el pomo de la espada, mordiéndose el bigote para mantenerse serio, recetando cinco latigazos y medio rancho para el pobre Antonio, por bocazas y por meter al hijo de Dios en estos lances.

El caso es que allí estábamos, en aquel cerro que se llamaba Vangaast o Vandaart o algo por el estilo, con una treintena de picas y otros tantos mosquetes como guardia de honor, con las banderas de los tercios y toda la parafernalia. El resto de las compañías en línea ladera abajo, la cruz de San Andrés desplegada sobre los morriones de nuestros piqueros, lanzas y más lanzas, y mosquetes, que era un gusto mirarlos hasta el llano donde estaba la artillería apuntando al valle y la ciudad. Y al fondo, difuminada y azul entre el humo de los incendios, con manchas de sol que iban y venían entre las motas grises de las fortificaciones y los edificios, Breda a nuestros pies.

Sitúense ante el cuadro y miren a los holandeses, a la izquierda del lienzo. Observen sus caras. Habían subido la cuesta despacio, tomándose su tiempo, como si los que iban a rendirse fuéramos nosotros. Y Justino de Nassau endomingado como para una boda, bajándose del caballo con cara de asistir a su propio funeral, mirando alrededor como un sonámbulo, intentando digerir la humillación mientras procuraba mantener el porte digno. Al pobre diablo le temblaba la mano que sostenía la llave de la ciudad. Algunos de sus oficiales eran muy jóvenes, demasiado para emplearlos en negocio como la guerra, crecidos en campos fértiles, con llanuras y ríos y graneros bien abastecidos, comiendo caliente desde renacuajos. Burgueses cebados y con mucho que perder. Había uno de sus cachorros, rubio e imberbe, jovencito, con casaca blanca y manos de damisela que, aunque destocado por el protocolo, miraba con desprecio nuestras botas con remiendos, las barbas mal rapadas, nuestras caras de lobos flacos, peligrosos y arrogantes. Y hasta tal punto galleaba el mozo que mi capitán Urbieta, que tenía el genio vivo, empezó a retorcerse el mostacho y a acariciar el pomo de la espada, sugiriendo una sesión privada de esgrima. Un compañero del holandés captó el gesto y, poniendo la mano en el hombro del joven oficial, lo reconvino en voz baja hasta que éste bajó los ojos humillado y furioso, a punto de romper en lágrimas. Demasiado tierno, como casi todos ellos. Así les había ido la feria.

A la derecha estamos nosotros; mi lanza es la tercera por la izquierda. En torno sonaban redobles, cascos de cabalgaduras, capitanes dando órdenes como latigazos. Y allí, descabalgando, nuestro general, con media armadura negra rematada en oro, cuello de encaje y banda carmesí, el apunte de una sonrisa en los labios, Ambrosio Spínola, el viejo zorro. Con aire de circunstancias, pero disfrutando por dentro el espectáculo. Al fin y al cabo, aquélla era su fiesta.

Lo que son las cosas de la vida. Cuando la gente se para ante el cuadro, en el museo, son Spínola y el holandés, el jovencito imberbe y la plana mayor de nuestro general, quienes acaparan todas las miradas. Nosotros só1o somos el decorado, el te1ón de fondo de una escena en la que hasta el caballo de don Ambrosio, sus cuartos traseros, parece tener más importancia. Y sin embargo, allí en Breda como antes en Sagunto, Las Navas, Otumba o Pavía, o después en los Arapiles, Baler, Annual o Belchite, quienes en realidad hacíamos el trabajo duro éramos nosotros. Los nombres dan igual, porque durante siglos fuimos siempre los mismos: Antonio de Úbeda, Luis de Oñate, Álvaro de Valencia, Miguel de Jaca, Juan de Cartagena... Con la España que teníamos a la espalda, no había otra solución que huir hacia adelante. Por eso éramos, qué remedio, la mejor infantería del mundo. Secos y duros como la ingrata tierra que nos parió, hechos al hambre, al sufrimiento y la miseria. Crecidos sabiendo lo que cuesta un mendrugo de pan. Viendo al padre, y al abuelo, y a los hermanos mayores, dejarse las uñas en los terrones secos, regados con más sudor que agua. A la madre silenciosa y hosca, atizando el miserable fogón. Salidos de ocho siglos de acogotar moros o de acuchi1larnos entre nosotros, crueles e inocentes a un tiempo, traídos y llevados a través del tiempo y de los libros de Historia so pretexto de tantas palabras huecas, de tantos mercachifles disfrazados de patriotas, de tantas banderas a cuánto la vara de paño de Tarrasa, de tantas fanfarrias compuestas por filarmónicos héroes de retaguardia. Fíjense en nosotros: siempre al fondo y muy atrás, perdidos, anónimos como siempre, como en todos los cuadros y todos los monumentos y todas las fotos de todas las guerras. Soldados sin rostro y sin nombre, carne de cañón, de bayoneta, de trinchera. La pobre, sudorosa y fiel infantería. Después, en los primeros planos y sobre los pedestales de las estatuas siempre aparecen otros: los Spínola que nunca se manchan el jubón, y que aún tienen humor y elegancia para decirle al holandés no, don Justino, faltaría más, no se incline. Estamos entre caballeros. El resto queda para nosotros: cruzar un río helado entre la niebla, en camisa para confundirnos con la nieve, la espada entre los dientes minados por el escorbuto. Levantarse y correr ladera arriba con la metralla zumbando por todas partes, porque al capitán, aunque es una mala bestia, nos da vergüenza dejarlo ir solo. Quedarte sin municiones en la Puerta del Carmen de Zaragoza y empalmar la navaja tarareando una jotica para tragarte el miedo, mientras los gabachos se acercan para el último asalto. Hacerse a la mar porque más vale honra sin barcos, dicen, en buques de madera ante los acorazados de acero yanquis. Morir de fiebre en la manigua, degollado en Monte Arruit por la ineptitud de espadones con charreteras. O cruzar el Ebro con diecisiete años mientras la artillería te da candela, el fusil en alto y el agua por la cintura, con los compañeros yéndose río abajo mientras en la orilla los generales y los políticos posan para los fotógrafos de la prensa extranjera.

Échenle un vistazo tranquilo al lienzo, sin prisas, e intenten reconocernos. Somos la humilde parcheada piel sobre la que redobla toda esa ilustre vitola de los generales y los reyes que posan de perfil para las monedas, los cuadros y la Historia. Y cuántas veces, en los últimos doscientos o trescientos años, no habremos visto ante nosotros, mirando con fijeza hacia el modesto rincón que ocupamos en el lienzo, un rostro de campesino, de esos arrugados y curtidos por el sol como cuero viejo. Un rostro parado ante el cuadro con aire tímido y paleto, dándole vueltas a la boina o el sombrero entre las manos nudosas, encallecidas, de uñas rotas. Los ojos de un hombre indiferente a la escena central del cuadro, buscando aquí atrás, en la modesta parte derecha de la composición, al fondo, bajo las lanzas, entre nosotros, una silueta confusa, familiar. Tal vez la de aquel hijo al que una vez acompañó un trecho por el sendero que conducía al pueblo, llevándole el hato de ropa o la maleta de cartón, liándole el primer cigarro. El hijo al que, ya parado en el último recodo, vio alejarse con su pelo al rape, las alpargatas y el traje de domingo, llamado a servir al rey. Hacia una guerra lejana e incomprensible de la que no habría de volver jamás.

Fíjense en el cuadro de una maldita vez. Nosotros le dimos nombre y apenas se nos ve. Nos tapan, y no es casualidad, los generales, el caballo y la bandera.

Estoy hasta los mismísimos huevos. Lo fácil sería mandarlo todo a rodar. ¿Por qué cojones no lo hago ya de una puta vez?

A contrapelo

Lo de ir a contracorriente termina por cansar. Algunas veces, las menos, reconforta y gratifica, pero en este país tan desgraciado, donde creo que jamás en su historia ha habido tanto gilipollas por metro cuadrado, donde la imbecilidad está encumbrada con márchamo de calidad,, donde los más indeseables ostentan todo tipo de poder, lo de ir a contrapelo empieza a pasar factura.

Con demasiados frentes abiertos a la vez, uno ya empieza a cuestionarse sobre el sentido de todo, de absolutamente todo. Porque pelear ya no reconcilia con nada ni con nadie, ni siquiera con uno mismo. Y todo parece indicar que lo más rentable sería dejar caer los brazos, rendirse ante la evidencia y el mundo y ser uno más, sin sombra y sin espejo, sumergirse quedamente en el marasmo y la mediocridad.

Mires donde mires este país duele. Esta sociedad, egoísta y cainita, se aboca a la perdición totalmente engreída y soberbia, regocijándose en si ignorancia y enviando a la hoguera a aquel que no comulga con la ortodoxia.

Y tras tanto pelear para descubrir que estás en el mismo sitio, que la Fortuna es ahora una vulgar prostituta que mendiga su cuerpo mientras la Necedad gobierna el mundo de una manera caótica, a uno le dan ganas de sentarse a ver qué pasa, sentarse a ver la tele y dejar de pelear. Cumplir con la ortodoxia del Gran Hermano, el de Orwell y el de España, y rendir sus pendones ante tan implacable enemigo.

lunes, 20 de marzo de 2006

Manifestaciones en Francia

No puedo dejar de pensar en como, en el país de al lado, cuando algo importa de verdad se movilizan y exigen al gobierno que cumpla con la voluntad popular. ¿Cuándo pasará esto aquí?

martes, 14 de marzo de 2006

De halcones y palomas

La semana ya esá a punto de acabar, gracias a las fallas, y todo sigue igual.
Todo es un continuo pelear, un manto gris que se extiende hasta el infinito, y Eldorado siempre está más allá.
Mi empresa no da más que trabajo y quebraderos de cabeza, Reverte sigue poniendo a los políticos de vuelta y media, España sigue pendiente de la Chanpions, y yo ya estoy totalmente desfondado.

Después de fallas, más

viernes, 10 de marzo de 2006

Miles de millones

Son ya demasiadas las cosas que tengo que contar y no pongo, por desidia u ocupación. Empecemos una a una.

Tengo una empresa, que va viento en popa a toda vela y sin timón. Acabo de descubrir que cualquier tienda de alguna cadena tiene precios más baratos que mis mayoristas. Vivir para ver.

Luego está lo del kelifinder. Es una web del ministerio que ayuda a los jóvenes a encontrar vivienda: convocatorias, ayudas, documentación, FAQ, etc. Parece ser que te regalan unas zapatillas si te das de alta para que te patees las calles. La broma ha costado al ministerio 405000 euros (70000 en zapatillas y el resto en diseño web + mantenimiento). Mi empresa necesita webs de ésas. Ya nos retiramos, con dos orejas, el rabo y a hombros por la puerta grande.

Es una vergüenza. Que una ministra o un ministerio, para ayudar a arreglar el problema de la vivienda con los jóvenes cree un portal web (tirando con pólvora del rey), y me dé unas zapatillas para que me patee las calles. Eso es para decirles: metáselas por donde la espalda pierde su dulce nombre, señora ministra. Lo peor es igual va y le gusta. Pero es de tener una desfachatez increible, es un insulto a la gente que destina el 40% de su sueldo durante 30 años a pagar por un piso de mierda, alimentando con ese dinero a bancos, políticos y constructores. Y encima se mofan y befan de mí dándome unas zapatillas. señora ministra: que lo del buen rollito y lo alternativo queda bien en la tele y en las fotos, pero a la hora de la verdad de lo que la gente se acuerda es de si los problemas se solucionan o no, y no de si el gobierno pinta la mona de acuerdo a los cánones de corrección política y buen rollo.

Además, el nombre en inglés y en jerga. La RAE podía limpiar, fijar y dar esplendor en el congreso con sus señorías. Como lo de la violencia de género. O de génera.

Por cierto, en Francia uno destina el 27% de su salario durante 13 años. Si es que España dule, la mires por donde la mires. En un país donde ser cobarde sale tan barato, ser valiente demasiado caro y ser sinvergüenza tan rentable, es normal que todo duela.

miércoles, 8 de marzo de 2006

Es duro para Serafín (y para todos los que cada día se levantan y defienden su trinchera)

Bienvenido al club.

Frecuentar las malas compañías el lo que tiene: acaban contagiándote la melancolía, que es un licor muy caro.

Pero es innegable aceptar que el tiempo va cargando la mochila, y cada año es más y más peso a tus espaldas. Y el mundo gira, repleto a rebosar de gente de la que sólo ves la fachada. Entonces comienzan las preguntas.

Nadie está nunca donde quiere. Todo el mundo quiere estar en otro sitio, los trenes siempre van repletos de gente que viajan de A a C para luego poder volver, sin preguntarse qué significa ese túmulo de la verde colina que se divisa en B a través de la taraceada ventanilla de ese renqueante, desalmado vagón. Es la vida.

A partir de ahora ha comenzado el principio del fin. Han comenzado tus desvelos y afanes, tus preguntas sin respuesta acerca de dónde estás, de dónde podrías estar y de en qué lugar te gustaría acabar.

La experiencia me dice que nadie está contento con lo que tiene; que el problema suele estar en nosotros mismos, y te aseguro que si estuvieras ahora en otro sitio y en otra vida añorarías a aquel que tuviese una vida exactamente igual a la que tienes ahora.

Podemos abandonar, pero no conozco a casi nadie que lo haya hecho cuando ha llegado tan lejos como tú. O se abandona mucho antes, desde el principio, o ya no se abandona nunca. Lo de abandonar son tentaciones y debilidades que, por desgracia, pasan pronto.

Así que prepárate a pelear, y ten por seguro que acabarás llegando a algún sitio. también es cierto que donde llegues no será donde querías estar, y que habrá 1000 personas envidiándote por tu posición.

Yira yira
Tango
1930
Letra y Música: Enrique Santos Discepolo

Cuando la suerte qu' es grela,
fayando y fayando
te largue parao;
cuando estés bien en la vía,
sin rumbo, desesperao;
cuando no tengas ni fe,
ni yerba de ayer
secándose al sol;
cuando rajés los tamangos
buscando ese mango
que te haga morfar...
la indiferencia del mundo
-que es sordo y es mudo-
recién sentirás.

Verás que todo el mentira,
verás que nada es amor,
que al mundo nada le importa...
¡Yira!... ¡Yira!...
Aunque te quiebre la vida,
aunque te muerda un dolor,
no esperes nunca una ayuda,
ni una mano, ni un favor.

Cuando estén secas las pilas
de todos los timbres
que vos apretás,
buscando un pecho fraterno
para morir abrazao...
Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
¡se puso a ladrar!

No sé qué pasa, pero no van los comentarios. He descubierto mails de avisos de gente que contestaba (gracias putobecario, carlos, flint y serafín). Los mails los tenía en spam, así que no los veía. Y encima no hay comentarios. Voy a revisar la configuración.

El día, putapénico. Otro día entero trabajando para mi empresa.

martes, 7 de marzo de 2006

LLega la calma

Nuestro navío ha superado la tempestad que nos azotó ayer, sañuda y sin piedad, y ahora estamos desarbolados, tratando de volver a puerto.

Esa es otra: la hemos cagado y ahora nos pedirán cuentas, que tendremos que rendir. Son los tragos amargos que tiene esto.

Como veis, ayer fue un mal día

lunes, 6 de marzo de 2006

Joder, qué día

Y esto no ha acabado. Un marrón que nos comemos por querer arriesgarnos, por intentar dar un paso y ver qué hay mas allá, al otro lado

Aquí no llueve nunca, pero hoy diluvia

Los lunes al sol

Un lunes más, sin absolutamente ganas de nada, vuelvo aquí, a hacer lo que me toca.

No recuerdo por qué, pero la semana pasada fue una vorágine en la que no sé ni qué pasó. Tenemos un nuevo rector, el mismo, el peor. Un rector elegido con la mitad de la participación que en las elecciones anteriores. Es rector con el apoyo de 1800 votos (las elecciones pasadas tuvo 4200, y 4500 su contrincante, que perdió), de un censo total de 6000 empleados y 47 alumnos. Con 2200 votos en contra, entre blancos y nulos. No hay derecho. Ojalá él hubiera tenido tanta suerte como yo cuando la LOU, teniendo en cuenta que en su momento él pudo salvarme y en este momento yo no podía hundirle.

Y poco más. Aunque había tenido esto en mente toda la semana, esta mañana, ahora ha sido cuando he recopilado las cifras y se me ha caído el alma a los pies. Qué país más ingrato, que sociedad más injusta.

Me voy a leer a Reverte. Luego, más.

miércoles, 1 de marzo de 2006

Fatal

A este paso no voy a llegar a ningún sitio. La semana arranca de la peor manera posible, y nada hace presagiar que mejore. Casi al contrario. Mi empresa me lleva por la calle de la amargura, y no porque vaya mal, sino todo lo contrario. Va demasiado y tengo ya tantop trabajo que no llego, que estoy saturado temporal y mentalmente y es cuestión de tiempo que me desplome y desfallezca